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sumisi6n en otras resisten~ia, pero todas
iban qued ndo bajo el poder de Alejandro.
Claro q e ello no fué, algunas veces, sin
grandes I has y trabajos. En el asalto a la
capital de os Malos, el mismo Alejandro es-
tuvo a pu to de perder la vida, con gran pá-
nico de su soldados, que, al creerle muerto,
perdieron odo su ánimo, todo su valor, y al
verle de n vo vivo, ~delantá:1.1dose hacia ellos
por su pie, elevaron su clamor hasta el cielo,
le tocaron, como a un dios, las vestiduras, y
le ofrecier coronas de flores.
Al llega a la desembocadura del Indo, Ale-
jandro <lió rden a Nearco, jefe de la flota, de
que la llev a co~teando hasta el golfo Pérsico
y él se un '6 al ejército que iba por tierra;
pues desea a, de antiguo, recorrer la costa,
para abrir n ella nuevoS puertos y mercados.
¡ Fueron aquelloS los días más tristes del
reinado del gran Alejandro !
La costa de la Gedrosia es un verdadero
desierto y él carecieron sus soldados de
alimento y de agua, cayendo los vencedores
c;le tantos tantos enemigos, víctimai, de la
fatiga, el h mbre, la soo. y las enfermeda~s.
Los soldad mataban a los caballos para