Page 8 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Prólogo





  Tengo el honor de haber sido invitado a escribir este prólogo. Mi finalidad es exponer

  brevemente lo que ha supuesto para mí, a lo largo de unos cuantos años el estudio
  minucioso de este volumen tan importante.

       Desde  los  tiempos  más  remotos,  han  llegado  hasta  nosotros  asociaciones  de

  hombres  y  mujeres  que,  vinculados  por  juramentos  y  obligaciones,  constituyen
  fraternidades esotéricas y dan fe de una inclinación natural a perpetuar doctrinas que

  conducen al bien de la humanidad.

       Con  el  incremento  de  la  conciencia  social,  estas  sociedades  secretas  se  han

  convertido  en  custodios  de  los  conceptos  culturales  más  elevados.  Sus  ritos  de
  iniciación  eran  ceremonias  simbólicas  que  servían  para  inspirar  veneración  por  los

  misterios divinos y admiración por los poderes de la naturaleza y de Dios La mayoría

  de  las  mitologías  de  las  naciones  clásicas  fueron,  en  un  principio,  rituales  de

  sociedades secretas y es un error suponer que las culturas primitivas aceptaban al pie
  de la letra la compleja teología y las leyendas que encontramos en sus tradiciones.

       Desde  un  punto  de  vista  histórico,  las  sociedades  secretas  se  identificaban

  estrechamente con las religiones oficiales. Se creía que el conocimiento básico había
  sido otorgado por los dioses en tiempos remotos. Las filosofías esotéricas siempre se

  han  enseñado  mediante  organizaciones  secretas  a  las  cuales  los  candidatos  solo

  accedían después de la preparación y los ritos de iniciación correspondientes. Estas
  hermandades espirituales  de  eruditos,  sabios  y místicos  han  prosperado  entre  todos

  los pueblos, antiguos y modernos, y en todas partes del mundo.

       Según  el  programa  de  los  Misterios,  el  individuo  debe  ir  conociendo  la  verdad

  cada vez más. Antes de que se le puedan confiar los poderes divinos de la mente y la
  voluntad,  tiene  que  aceptar  el  conocimiento  como  una  responsabilidad  hacia  su

  Creador  y  hacia  su  mundo,  más  que  como  una  oportunidad  para  mejorar  sus

  ambiciones  personales.  Los  maestros  de  los  Misterios  enseñaban  prácticas  y
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