Page 107 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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Mi historia no es muy diferente a las de otras aves. La diferencia es que yo
decidí volar muchos kilómetros lejos de casa. Vengo de un nido familiar muy unido, en el que nos enseñaron que mujeres y hom- bres tenemos los mismos dere- chos y obligaciones. Mi nido era un poco diferente a los demás, yo era la única mujer
entre 5 hombres, y
siguiendo la tradi-
ción a mí me hubiera
tocado hacer todo en
la casa por ser mujer,
como mi mamá, pero
no fue así, siempre
nos enseñaron por
igual a hacernos cargo de las laboresdelacasa.Mevaloraban no por lo que supiera hacer en la casa, sino por mi inteligencia, independencia y poder de decisión.
A los 15 años me tocó dejar el nido por primera vez y tuve la oportunidad de aprender otro idioma, una forma diferente de expresarme y que en el futuro me daría la oportunidad de volar más alto. Después de terminar mis estudios universitarios, me
enamoré y decidí dejar todo lo que conocía y en donde había crecido para volar muy lejos. Mi nido, los árboles de mi entorno y todo lo que tenía quedó atrás. Emprendí el viaje con amor e ilusión de crecer junto a alguien más, con todos los valores que me habían enseñado.
Resulta curioso, pero a veces una cree que, por ser del mismo conti- nente, nuestras cos- tumbres no han de
ser muy diferentes. Pero no es así, mi tía decía “cada cabeza es un mundo”, enton- ces imaginen una
cabeza proveniente de otro país, con otras raíces familiares... El cambio no fue fácil, no solo era adaptarse a otro nido, sino a todo un nuevo entorno. Si en mi nido familiar había respeto, en mi nuevo nido había intromi- sión y hasta autoritarismo. No fue fácil que mi esposo se diera cuenta de que primero éramos solo él y yo, y después las demás personas. Y entonces volamos más lejos, hacia el norte.
 “Me valoraban no por lo que supiera hacer en casa, sino por mi inteligencia e independencia”
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