Page 110 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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recapacitar y cambiar sus acti- tudes. No puede ser que destru- yan a nidos y personas a su paso. Además, si no cambian, terminan por destruirse a ellos mismos.
Yo le perdoné, a él y a todas las personas que tuvieron que ver y que hablaron cosas que no eran ciertas. Les perdoné para estar bien conmigo misma. Olvidar no se puede, pero hay que hacer que las experiencias negativas nos hagan más fuer- tes. Me quedó de lección lo difí- cil que es luchar contra todo lo que es la cultura, contra lo que dicen de “pueblo chico, infierno grande”. Entiendo que se debe tener paciencia cuando cam- biamos a un entorno diferente al acostumbrado, pero se debe poner límites de respeto, empe- zando por una misma y luego desde las demás personas.
Algo que me ayudó en mi vuelo fue apoyarme en las per- sonas que tienen experiencia en procesos de violencia: el compartir nuestra experiencia, el saber que no estamos solas, nos hace fuertes también. Y algo muy importante es no hacer caso de los comentarios, dejar que se resbalen por nuestras plumas como si fueran gotas de agua, que no nos afecten y tam- poco ir de nido en nido, metién- donos en las vidas ajenas. Si una escucha algo, mejor dejarlo ir. Entre menos comentemos cosas que muchas veces no son ciertas, mejor, porque a veces lo hacen para destruirnos, cuando la finalidad debería ser lo con- trario: construir ambientes sanos para todas y todos.
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