Page 115 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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Primera parte. Preguntas de una wawa colibrí
AAlery Famariel, mi hija pequeña, el ave maes- tra de la escuela la ubicó en
el grupo de “polluelas”, pero cuando se equivocaba la ame- nazaba con mandarla al grupo de “orugas”. Famariel se asus- taba al principio,
pero luego entendió
lo valiosas que son
las oruguitas y gusa-
nitos para la vida.
Además, conoció la metamorfosis de una
mariposa, y me pre-
guntaba “¿por qué las orugasseconviertenenmaripo- sas?, ¿por qué vuelan las mari- posas?, ¿a dónde vuelan?, ¿qué les hace volar?”.
Ella tenía 3 años entonces, ahora tiene 8, y se emociona con nuestro vuelo, el vuelo de las colibríes. Ahora pregunta “¿cuánto vivimos las colibríes?, ¿por qué dormimos las coli- bríes?, ¿para que sirve tener una familia o un grupo de amigos colibríes?, ¿quién nos
cuida?, ¿por qué comemos lo que comemos?, ¿cómo vola- mos tan rápido las colibríes?, ¿qué nos hace volar?, ¿hasta dónde podemos volar?, ¿quién nos debe enseñar a volar a las wawas colibríes?”
A Famariel, y he de confesar que a mí también, el volar nos genera profunda curiosidad.
Para mí, es la curiosi- dad por la libertad. El vuelo de las colibríes es tan misterioso como el vuelo de las mujeres humanas. O al revés. Pero algu- nas preguntas son las mismas: ¿cómo
aprendemos a volar?, ¿cómo aprendemos a ser libres?
Las colibríes mujeres somos la otra parte de la comunidad de colibríes, somos las serviciales, las sacrificadas, las obligadas a cuidar el vuelo de las demás: esposo, hijas e hijos, y otras colibríes. Es más difícil volar siendo mujer. Desde pequeñas nos insisten en que debemos esconder las alas, por nuestro bien y seguridad; nos tienen
“Es más difícil volar siendo mujer. Desde pequeñas nos insisten en que debemos esconder las alas”
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