Page 116 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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como frágiles. Desde pequeñas nos ponen vestiditos, como a princesas, y nos queda ver cómo a los colibríes pequeños les dan trajes de superhéroes, para que aprendan pronto a volar. Y por si fuera poco, nos ponen a compe- tir entre qué vestido es mejor, quién es más quietita, quién es más obediente. ¡Cómo odio la obediencia ciega!
No solo es la ropa, también son los juguetes. Desde peque- ñas nos dan juguetes centra- dos en el cuidado
del nido familiar y
de la familia: ollitas,
cocinitas, planchas
y electrodomésticos,
muñecas de bebés
para practicar la maternidad. Piensan
que por ser muje-
res debemos ser madres, y que hay que ser madres antes que mujeres. Como si tuviéramos que renunciar a nuestras vidas para criar wawas colibríes, y como si ese cuidado eliminara nuestras necesidades perso- nales, desde la más básica: el descanso. Pero también otras necesidades nos van negando: el comer a tiempo y calientito, el divertirnos, el estar solas, el estar con otras colibríes, incluso
el estar con colibríes hombres que no sean nuestros esposos o familiares. La maternidad es casi una obligación y se ve como un sacrificio, mientras que la paternidad es opcional y se ve como algo que puede ser diver- tido o recreativo.
Al menos los vestidos nos los podemos quitar y los jugue- tes los podemos dejar de usar, con el tiempo. Pero son sím- bolos de la carga que ponen en nuestras alas: el peso del sacri-
ficio, de “vivir por y para alguien”, de ser feliz en medida en que hacemos felices a las demás. ¡Qué tremenda ton- tería pensar que la felicidad depende de alguien más y no
de nosotras mismas! Toda esa carga, todas esas obligaciones que nos asignan, hace que sea necesario y vital el saber cómo abrir las alas y volar.
Parece difícil, a veces parece imposible, los primeros vuelos pueden doler, asustar y agotar. Puede haber otros colibríes hombres pero también mujeres, que nos piden que no volemos más, que nos quedemos quie- tas, que no intentemos cambiar
 “¡Qué tremenda tontería pensar que la felicidad depende de alguien más y no de nosotras mismas!”
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