Page 124 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)

respetado por la familia desde hacía muchos años.
Comencé a endurar mi forma de ser, perdí mi flexibilidad, quería proteger a mis ñañas y protegerme a mí; son incon- tables las maneras que tiene una persona adulta de abusar de las y los wawas: sean bam- búes, aves o personas. El no poder contar ni hablar de esos momentos horribles que viví me hizo crecer como una mata fría y dura; pienso que
comencé a esconder
mis sentimientos, y
no quería que nadie
me toque. De joven,
caí en el alcohol, y mi
mamá me pregun-
taba el por qué de
tanto odio y rechazo
a las personas, a la sociedad.
Nunca le conté nada, sentía temor de su rechazo, incluso de sus golpes. La verdad es que siento que mi mamá no me dio suficiente cariño, confianza... y abrazos. En ciertas ocasio- nes me sentía vengativa, les deseaba a esos dos hombres la muerte, que pagaran por todo el daño que me hicieron y que seguían haciendo.
Mi vida siguió, empecé a tra- bajar para apoyar a mi mamá, para que mis ñañas puedan estudiar. Siempre las he cui- dado y protegido. Mientras estu- diaba y trabajaba, conocí buenas amigas con las que nos segui- mos acompañando. Ellas me enseñaron a luchar, a no callar, a defenderme, a ser fuerte, a sentirme valiosa, a no darme por vencida. También tuve pare- jas, con algunas nos hicimos
bien, con otras no tanto. Algunos de ellos tenían pacien- cia y con ellos superé muchas cosas... y hubo otro, uno que le hizo daño a mi ñaña menor. Yo no supe eso hasta muchos
años después, y le llegué a odiar, pero también a mí, por haber confiado en él. Una llega a no saber en quién confiar. Es dolo- roso sentir odio, sentir el deseo de que esa persona pague por sus actos de manera negativa. No debemos sentir venganza, pero sí exigir justicia.
Recién en la universidad aprendí y reconocí que hay derechos que nos cuidan y nos
“Ellas me enseñaron a luchar, a no callar, a defenderme, a sentirme valiosa”
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