Page 125 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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defienden. Conocí que había grupos de apoyo para aves y árboles mujeres en mi ciudad. Al inicio fue duro involucrarme con más mujeres que habían sido víctimas de violencia. Pero el saber que no era la única también hacía que sepa que nos podíamos apoyar entre noso- tras, que para eso estábamos: para apoyarnos y superar esos dolores. Yo era rebelde y revol- tosa, pero también era dura. Fue raro volver a sentir
abrazos, al princi- pio no me gustaba, las esquivaba. No sabía que los abra- zos pueden curar el cuerpo, el alma y el espíritu, que nos pueden devolver la flexibilidad y la fuerza.
Conocí a mujeres de otros lugares, que contaban sus vivencias, también duras. Ese compartir nos ayudaba. Aprendí que la chicha preparada por una compañera puede curar el alma, que el agua de las mon- tañas, las plantas medicinales y la medicina ancestral realmente nos ayudan a superar dolores y a curarnos, que hay abrazos
sinceros que también curan, que llorar y sacar los dolores es bueno. La ira, el dolor, se van poco a poco, ya no se desea el mal, aunque todavía puedan aparecer sentimientos de ira y rencor.
Hay muchas cosas que desearía poder olvidar por completo, pero no se puede. Desearía arrancarlas de mi corazón. ¡Cuánto daría por haber tenido una infancia feliz
sin haber sufrido daños! Pero cuando recuerdo esos daños causados, tam- bién recuerdo que soy más fuerte que ellos, porque sigo viva y sigo luchando. Cuando recuerdo los
daños, también recuerdo que me levanté una y otra vez, y eso me da fuerza, y hace que esos recuerdos sean con buenos sen- timientos y no con malos.
Cada experiencia me trajo a este momento y yo decido qué sentir en este momento con res- pecto a esos recuerdos, y a mi presente y futuro. He formado mi propio hogar, mi familia, con mis hijos perrunos, con metas
“Cuando recuerdo esos daños causados, también recuerdo que soy más fuerte que ellos”
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