Page 119 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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     No  sólo  es  el  hombre de  la  fidelidad y la  memoria,  sino,
         como  en  el  episodio  del  Cíclope,  el  que  quiere saber,  in-
         cluso aquello que no debe conocer.  No quiere pasar junto
         a las Sirenas sin haber escuchado su canto, sin saber lo que
         cantan y cómo lo cantan. Así pues,  mantiene los oídos li
         bres,  pero  se  hace  atar  firmemente  al  mástil  de  manera
         que le impida moverse. La nave pasa y,  en el momento en
         que se acerca a la isla de las Sirenas, se produce de repente
         lo  que  los  griegos  llaman  galéne:  una  calma  absoluta,  el
         viento  cesa,  no  se  oye  ni  un  ruido,  el  barco  permanece
         casi  inmóvil,  y,  de  pronto,  las  Sirenas  entonan  su  canto.
         ¿Qué  cantan?  Se  dirigen  a Ulises  como  si  fueran  las  Mu
         sas,  como si fueran las hijas de la Memoria,  las que  inspi
         ran  a Homero cuando  canta sus  poemas,  las que inspiran
         al aeda cuando  canta las  hazañas de  los  héroes.  Le  dicen:
         «¡Ulises,  Ulises,  el glorioso,  Ulises  bien  amado,  ven,  ven,
         escúchanos,  te lo diremos  todo, vamos a cantar las glorias
         de los héroes, cantar tu propia gloria!»
             Al mismo tiempo que revelan la Verdad con mayúscu
         la,  y,  por  tanto,  exactamente  todo  lo  que  ha  ocurrido,  el
         islote de las Sirenas es rodeado por una multitud de cadá
         veres  cuyas  carnes  se  descomponen  al  sol,  sobre  la  playa.
         Son todos los que han cedido a esa llamada y han muerto.
         Las  Sirenas  son  a  la vez la  llamada del  deseo  de  saber,  la
         atracción  erótica  —son  la  seducción  por  antonomasia-  y
         la muerte.  Lo  que le cuentan a Ulises es,  en  cierto modo,
         lo que se dirá de él cuando ya no esté,  cuando haya fran
         queado la frontera entre el  mundo  de la luz y el de las  ti
         nieblas,  cuando  se  haya convertido  en  el Ulises  del  relato
         que los hombres harán sobre él y cuyas aventuras yo estoy
         contando ahora.  Las sirenas le cuentan entonces que él si
         gue  vivo  como  si  ya  estuviera  muerto,  o,  mejor  dicho,
         como si se  encontrara en un lugar y en  una época en  que
         la frontera entre vivos y muertos,  luz de la vida y tinieblas
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