Page 123 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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     marineros cometan el sacrilegio de confundir lo sagrado y
          lo  profano,  la  caza  y  el  sacrificio,  de  mezclarlo  todo,  lo
          que  acarrea  el  peligro  de  que  la  noche  no  sea  iluminada
          por  el  sol  y  allí  donde  brilla  la  luz  reinen  las  tinieblas.
          Apenas la nave se ha alejado de la orilla cuando Zeus,  des-
          de lo alto del cielo, oscurece el firmamento.  De repente,  la
          nave  queda atrapada  en  la  oscuridad,  las  olas  se levantan,
          los relámpagos se abaten sobre el barco, el mástil se rompe
          y  se  derrumba  sobre  la  cabeza  del  timonel,  que  cae  al
          agua.  El  bajel,  sacudido  y  zarandeado,  se  rompe  en  mil
          pedazos.  Los  compañeros  de  Ulises  parecen  haberse  con
          vertido en  animales: flotan como cornejas a merced de las
          olas.  Ulises, agarrado a un pedazo de madera, irá a la deri
          va durante nueve días.  Pasado ese tiempo,  las olas lo deja
          rán,  cuando ya no pueda más,  en  una costa:  está en la isla
          de Calipso.
          LA ISLA DE CALIPSO
              Su nave ha sido  fulminada y destrozada, y los  escasos
          marineros que quedaban con vida se han ahogado; sus ca
          dáveres flotan como cornejas zarandeadas por el mar.  Uli
          ses es el  único superviviente.  Se agarra a un trozo de más
          til de la nave,  e inmediatamente la corriente se lo lleva en
          sentido  contrario,  es  decir,  hacia  Caribdis,  donde  se  en
          cuentra en  una situación  dramática.  Se salva casi de mila
          gro.  Durante  nueve días  más,  solo,  exhausto,  flota a mer
          ced de las olas siguiendo  el capricho de las corrientes,  que
          parecen  conducirlo  hacia  el  fin  del  mundo.  Cuando  el
          náufrago  ya  no  puede  aguantar  más,  y  parece  que  van  a
          engullirlo las olas,  llega a la isla de Calipso. Aunque se ha
          lla  en el fin  del  mundo,  no  constituye,  ni  mucho  menos,
          el límite de los  espacios marinos, pues está separada tanto
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