Page 125 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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     que huelen a violetas, no se descomponen cuando mueren
          y  ni  siquiera  tienen  que  trabajar,  porque  todas  las  maña
          nas  encuentran  el  alimento,  animal y vegetal,  ya prepara
          do y guisado en una pradera,  como en la edad de oro. Vi
          ven  en  los  dos  extremos  del  mundo,  la  punta  este  y  la
          punta oeste.  Poseidón los visita en ambos confines a fin de
          comer y divertirse con ellos. Así pues, Atenea aprovecha la
          ocasión para explicar a su padre Zeus que aquello dura de
          masiado,  que todos los  héroes griegos  que no han muerto
          en  tierras  troyanas  ni han  perecido  en  el  mar a la vuelta,
          están ya en sus casas,  gozan otra vez de sus bienes,  sus  fa
          milias  y  sus  esposas.  Sólo  Ulises,  el  piadoso  Ulises,  que
          mantiene  con  ella una  relación  privilegiada,  está preso  en
          brazos de Calipso. Ante la insistencia de su hija, y aprove
          chando la ausencia de  Poseidón,  Zeus toma una decisión.
          La suerte está echada:  Ulises debe regresar.  Es fácil decirlo,
          pero ahora es preciso que Calipso lo suelte.  Hermes se en
          cargará de conseguirlo.  Esta misión no le  gusta nada,  y se
          entiende:  jamás  ha  puesto  los  pies  en  la  isla  de  Calipso,
          que  no  es,  precisamente,  un  lugar  ameno  y  concurrido.
          Está tan lejos de los dioses como de los hombres.  Para lle
          gar hasta ella hay que franquear una inmensa extensión de
          mar, de agua salada.
              Hermes  se  calza  sus  sandalias,  que  lo  hacen  rápido
          como el relámpago,  como el pensamiento.  Sin dejar de re
          funfuñar  y  decirse  que  se  presta  a  ese  encargo  por  obe
          diencia y a  su  pesar,  desembarca en la isla de  Calipso.  Lo
          maravilla aquel lugar:  la pequeña y apartada isla parece un
          paraíso  en  miniatura.  Tiene  jardines,  bosques,  manantia
          les,  fuentes,  flores,  grutas  bellamente  amuebladas  en  las
          que  Calipso  canta,  hila,  teje  y  hace  el  amor  con  Ulises.
          Hermes se siente deslumbrado. Se acerca a Calipso. No se
          han  visto  antes,  pero  se  reconocen.  «Vaya,  mi  querido
          Hermes,  ¿qué te trae  por aquí?  No estoy acostumbrada al
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