Page 131 - DERECHO INDÍGENA Y DERECHOS HUMANOS EN AMÉRICA LATINA (1988)
P. 131
Por otro lado, están las de tipo federativo, reivindicaciones globales e
interconectadas, estrictamente étnicas (como son los casos, entre otros, de las
Asambleas de Jefes Indígenas, en Brasil; de la Unión de Indígenas Cúbeos -UDIC-,
en Colombia; de Pueblos Unidos de la Huasteca, en México; de la Asociación de
Parcialidades indígenas -API-, en Paraguay; de los Congresos de Comunidades
Nativas Amueshas y Campas del Valle Palcazu-Pichis, en Perú; de la Federación
Indígena del Territorio Federal Amazonas, en Venezuela), las que movilizan a las
comunidades con base en un programa integral de desarrollo en términos
culturales, económicos, sociales y políticos, elaborado por consenso y cuyo eje
fundamental es la autodeterminación territorial étnica.
Por último, están las de corte ideológico (como son los casos, entre otros, de
la Asociación Indígena de la República Argentina -AIRA-; del Movimiento Indio
Tupac Katari –MÍTICA-, Bolivia; de Ecuador Runacunap Riccharimui –Ecuarunari-,
en Ecuador; de la Asociación Nacional de Indígenas Panameños –ANIP-; el
Movimiento Indio Peruano -MIP- y el Movimiento Indio Pedro Vilca Apaza –MIPVA-,
en Perú; el Centro de Opinión Indígena del Zulia, en Venezuela) que más que
movilizar población indígena, son grupos de difusión de la ideología de la
indianidad, cuyos portadores más radicales se basan en una magnificación del
pasado y en una simple división del mundo por la cual todo lo indio es bueno y
todo lo blanco es malo.
El pensamiento expreso de estos grupos, en sus manifestaciones,
declaraciones y programas, tiene los siguientes puntos comunes, teniendo en
claro que cada uno le da en su interior un peso específico distinto: la recuperación
de la historia como conocimiento de la resistencia anticolonial, la recuperación y
valoración de las lenguas propias como vehículo y expresión de la conciencia
colectiva de cada nacionalidad india; la recuperación y afirmación de la
racionalidad de cada grupo indígena en sus relaciones con la naturaleza; la
reactualización histórica de la idea y del proyecto de territorialidad étnica como
sustento material y simbólico de cada grupo; la formulación de una política y de
una práctica autónoma en todo lo que atañe a la vida en el interior del grupo.
Estos planteamientos, si bien constantes en las declaraciones, en general están
afincados en denuncias y hechos que no sobrepasan el ámbito local y regional
inmediato, y casi no existe una proyección totalizante de los mismos en relación
con el conjunto de las sociedades en que están insertos y con las cuales
comparten, como subordinados, el espacio. Las caracterizaciones de la sociedad
nacional son en términos ideológicos y no llegan a constituir la base real de un
programa y proyecto nacional.
Este proceso, cuya primera y tímida manifestación fue el surgimiento de la
Federación Shuar en 1961, en Ecuador, tiene su momento de eclosión numérica
en la segunda mitad de los años setenta, cuando no se encuentra país en que no
exista públicamente por lo menos, un movimiento indígena (como, por ejemplo, en
Guatemala con Agrupaciones Indígenas del Quiché -IXIM- y Comité de Unidad
Campesina -cuc- o en Paraguay con Dirigentes Pay-Tavitera, Dirigentes Chiripá-
Guaraní, Consejo Directivo Indígena/Proyecto Marandu y Asociación de
131