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100 Heba Youssry | El Azufre Rojo VIII (2020), 79-101. | ISSN: 2341-1368
matrimonio se encuentra la completa nobleza que denota la debilidad que
implica la servidumbre. Hay algo de la severidad del deleite [qahr al-ladda] que
aniquila la fuerza y las pretensiones de la persona. Es una severidad deliciosa.
Porque la severidad excluye el deleite de ella cuando uno está subyugado
por ella, dado que el deleite en la severidad es el rasgo característico del que
es severo. Deleitarse en la severidad no es una característica de quien está
subyugado por ella, con la única excepción del acto [sexual].
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Ref exionar sobre este inusual pasaje es maravillarse ante el dibujo que traza, con esmero
en los detalles, de la autenticidad de la condición humana. En este fragmento Ibn ῾Arabī
expone las fuerzas en conf icto que operan en el interior dentro de cada persona: la
necesidad de tener el control, perder el control, hallar placer, conquistar los propios deseos
y encontrarse en un estado de confusión total. La complejidad de los seres humanos en
el contexto de la unión sexual ofrece a Ibn῾Arabī el lienzo espiritual sobre el que plasmar
su doctrina. Inspeccionémoslo y examinemos los elementos que lo componen. Comienza
reconociendo la ignorancia de algunos de los más sabios –los gnósticos- acerca de la belleza
sublime de la relación sexual como vehículo de apertura, que permite a quien lo experimenta
autocomplacerse completamente en el éxtasis orgásmico que esta unión ofrece, sin atender
a la procreación. Más adelante, profundiza en la psicología humana admitiendo que la
opresión que el ser humano encuentra es un estado que normalmente viene acompañado de
desaliento y desesperación, ya que impide cualquier pretensión de control sobre sus propias
vidas. La opresión o severidad produce disgusto, pues aprovecha sentimientos de futilidad y
de sombrío rechazo al desvalimiento excepto en la unión sexual. La severidad sentida en el
sexo conjura los sentimientos de fragilidad, pero también la dulzura y la alegría del placer
que alivia la tristeza en la que puede sumirse la persona que se siente frágil. La disparidad de
estos dos intensos y contrapuestos sentimientos se armoniza para actualizar una servidumbre
primaria y auténtica, hacia el señorío de algo mucho más potente que el falso dominio que
usualmente tenemos sobre nuestras vidas. Como consecuencia, el mero placer sexual permite
a la verdadera servidumbre pasar a un primer plano en la mente humana y abrir camino
hacia la contemplación de lo Divino.
31 Fut. II:574.1; Murata, Tao of Islam, p. 187.