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238            ORIGEN DE LOS INDIOS

            mans, La Peyrére, Burnet. Huttiboldt, Bancroft, Bras-
            eur de BourbOurg, Hervas, Zerda, Mosquera y otros,
            traen algo al respecto, pero ese algo es incompleto las
            más veces, y tan sólo preblemático en algunos casos.
                De estos autores, unos son del grupo de     los poli-
            pbyletesbpoligenistaf^jj otros del grupo délos mono-
            pbyletes ó monogenistas; congeturando algunos, que
            el Hombre primitivo de América tuvo que ser algo su-
            perior á la bestia, pero algo inferior al saivsje de hoy,
            desde el punto de vista fideo é intelectual, y tuvo que

            ser también más corpulento, más musculoso, y más ágil
            que el Hombre civilizado de nuestros días, pues que
            la fuerza bruta era su principal atributo: desnudo      y
            estimulado por el hambre, cubría su desnudez con las
            plantas fibrosas y las pieles de los animales que logra-
            ba matar, alimentábase con      los frutos de la Natura-
            leza y con la carne de esos mismos animales (1), y se
            albergaba en    las cuevas naturales para ponerse       al
            abrigo de la intemperie; para eso ponía en acción los
            recursos de que le permitía disponer su escasa activi-
            dad cerebral y   la disposición mecánica de sus demás
            órganos.   Después, su   instinto se fué   desarrollando



               (1)  Diodoro de Sicilia en su Historia Universal, describe así el origen
            de la Humanidad:  « Los primeros hombres, en su ignorancia de las cosas
            útiles á la vida, lleraban una existencia miserable; estaban desnudos, sin
            abrigo, sin fuego y sin tener idea alguna de alimentación conyeniente; no
            se preocupaban de cogerlos frutos silvestres y hacer de ellos una provisión
            para la mala estación,  y  por eso muchos morían de frío y falta de sustento.
            Pero, después, la experiencia los indujo á refugiarse en las cavernas, du-
            rante el invierno, y á almacenar los frutos que podían conservarse. En
            todas partes la necesidad ha sido el maestro del Hombre.
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