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V.



                UN ALMA DEL OTRO MUNDO.



               UANDO el señor de Llanoverde decidió
               casarse, lo hizo con su cuenta y razón.
               Su fin, como ya sabemos, fué dar un
        heredero al nombre de su familia  , y  eligió  , por
        lo tanto, una mujer de ilustre  linaje, para que
        el vástago que debía continuar la vegetación del
        árbol genealógico de su ascendencia  fuese dos
        veces noble. Así es que, desde el punto de vista
        del abolengo  , los señores de Llanoverde no te-
        nían nada que echarse en cara.
          A mayor abundamiento, la noble señora llevó
        al matrimonio algunos bienes de fortuna  , aun-
        que la casa de sus padres no se hallaba en muy
        próspero estado  ; pero el hermano que debía he-
        redar la parte principal murió en un desafío  , y
        otra hermana que le quedaba fué desposeída de
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