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i86 OBRAS DE SELGAS
¿Creéis vosotros que sean tan tontos que dejen
á nadie por su bella cara decir «yo lo he visto»?
:
Ya saben ellos dónde les aprieta el zapato , y si
alguno los ve , bien puede darse tres puntos en
la boca.
Era , pues , indudable que el fantasma apare-
cía todas las noches. Y se citaba la hora: apa-
recía á las doce en punto. Más aún: se tenían
todos los detalles necesarios para atestiguar la
verdad del caso. Era una sombra blanca que cre-
,
cía y menguaba. Crecía hasta tocar con la cabe-
za en los aleros de los tejados, y menguaba has-
ta esconderse debajo de la tierra. Andaba sin pies
y volaba sin alas. Aparecía de pronto , y desapa-,
recia de repente.
El Escribano hablaba también del fantasma, y
arqueaba mucho las cejas, y fruncía la boca, y
ahuecaba la voz, y decía:
— Ello dirá.... Ello dirá.... Estas apariciones
son siempre señales de cosas inesperadas.... Y
no hay que jugar con los fantasmas porque sue-
,
len tener muy malas bromas. Lo . mejor es de-
jarlos, que allá se las hayan. Después de todo,
ellos no se meten con nadie si no los precisan,
y lo menos que puede sucederle al curioso que
quiera verlos, es cegar para toda su vida.
Cuando el Escribano se expresaba de esta ma-
nera, ciertos eran los toros. ¿Qué más testimo-
nio necesitaba el caso?