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IX.
EL HIJO Y EL PADRE.
l Escribano. . . . ¡ Buena pieza ! . . . Más lis-
.
to que Cardona , veía crecer la hierba, y
era muy capaz de contarle los pelos al
diablo. Creer ¿1 en fantasmas !... . ¡Bah!.. .. No ha-
¡
bía nacido para eso el hijo de su madre. Sí; fa-
cilillo era comulgarlo con ruedasde molino ; por-
que cuando todo el mundo iba, ya estaba él de
vuelta. No hay más que decir : cortaba un pelo
en el aire,
Pero bien: entonces, ¿por qué se santiguaba
siempre que oía hablar del fantasma? Pues, por
burlarse de la credulidad de aquellos sencillos al-
deanos.... Se santiguaba por fuera, y se reía por
dentro. Después de todo , era homb e de buen
humor, y con algo había de divertirse.