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DOS MUERTOS VIVOS.      247
      al otro lado de la rambla  , y el molino de la Ri-
      bera  , y esto por ser hija única  , con lo cual no
      habría pasado de ser en el pueblo una de tantas.
      Mas un día apareció allí otro  Guillen  ,  llovido
      del cielo  ,  individuo de la misma familia  que
                                        ,
      venía de América con setenta años á  la cola  y
      muchísimos pesos duros mejicanos.
        Rosalía se  hallaba, si no precisamente en la
      flor de su edad  , á lo menos en esos veinticinco
      años que en muchas mujeres valen más que los
      quince abriles tan cacareados  ; y en cuanto á su
      belleza, poseía, por herencia sucesiva de su pro-
      genitora Zayda, dos ojos más negros que la no-
      che  , dispuestos á pegarle fuego á un castillo de
      pólvora  , y una boca cuajada de perlas, con dos
      labios como dos cerezas  , que decían comedme.
        Claro está que  le hacían  la rueda todos  los
      pavos del pueblo  , porque  entonces todavía no
      estaban en moda los pollos; pero ella se reía co-
      mo una tonta, y no daba su brazo á torcer. No le
      petaba  , por lo  visto  , ninguno de sus preten-
      dientes  , y  hoy uno  , mañana otro, todos  iban
      quedando con un palmo de narices. Hasta un
      Guillén primo suyo  , de quién más adelante ha-
            ,
      blaremos, se llevó sus correspondientes calaba-
      zas. Mas cate V. que aparece  el  tío americano,
      y  , quieras que no quieras, empieza á hacérsele
      agua la boca con la sobrina  , y como no tenía
      mucho tiempo que perder, habló claro, y,  ¡ qué
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