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            02          OBRAS DE SELGAS.

             —Celia es mi única esperanza.
              Baal soltó una espantosa carcajada.
              — ¿De qué te ríes?
              — De ti.
              — ¿Acaso conoces tú á Celia?
              — Sí; conozco á todas las mujeres.
              —¿Y bien?....
              — Celia es mujer.
              Elias ladeó  la conversación  , como  el avaro
            que oculta  el tesoro que quieren robarle, y le
            dirigió esta pregunta
              —¿Hace mucho tiempo que estás en Madrid?....
              —Poco (contestó); he llegado hoy mismo.
              —El amor á la patria te ha empujado aL fin
            hacia el cielo que te vió nacer.
             —No yo no tengo patria me es indiferente
                                   ;
                  ;
            cualquier parte del mundo.
              —Entonces  , ¿qué te ha traído?
              —Tú.
              — ¡Yo!
              — Sí. Los periódicos de Madrid anunciaban tu
            boda, y el ruido de las fiestas que se preparaban
            corrió por todos los periódicos del mundo. Yo
            asisto á todas  las grandes  fiestas con que  el
            mundo celebra su grandiosa opulencia.... Me
            convido  , y  aquí me tienes.
              Estas palabras recordaron á Elias que se ha-
            llaba con un pie en el sepulcro, y  que aquel era
            el último día de su vida  , y  pasó por su pen-
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