Page 323 - Fantasmas
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Joe  HiLt



      tico transparente  que  colgaba de la ventana  del salón la noche
      anterior.  Le aplastaba los rasgos  de la cara,  que resultaban  irre-
      conocibles.  Me miraba  sin expresión  alguna,  como  si no  hu-
      biera  sabido  que  estaba  allí o incluso  como  si no  me  conocie-
      ra.  Su grueso  pene  descansaba  en  una  mata  de pelo rojizo. No
      era  la primera vez  que lo veía desnudo, pero  con  la máscara  pa-
      recía  otra  persona  y su  desnudez  me  desconcertaba.  Me miró
      sin hablar, lo que me  desconcertó  todavía  más.
            Abrí la boca para decir hola, buenos  días, pero noté un  sil-
      bido en  el pecho. Por un  instante  pensé, literal, no  metafórica-
      mente,  que aquel hombre podría no  ser  mi padre. Me sentía in-
      capaz  de sostenerle  la mirada,  así que aparté los ojos, salí de la
      cama  y caminé  hasta el salón haciendo  esfuerzos  por no  correr.
            De la cocina  salía el sonido  metálico  de una  cacerola y del
      agua  corriente.  Seguí los sonidos  hasta  mi madre,  que  estaba
      delante  del fregadero,  llenando  la tetera.  Escuchó  mis pisadas
      y me  miró  por encima  del hombro.  Al verla  me  detuve  brus-
      camente.  Llevaba  puesta una  máscara  negra  de gato,  ribeteada
      de falsos  diamantes  y con  brillantes  bigotes. No estaba desnu-
      da, llevaba una  camiseta  de la marca  de cerveza  Miller  Lite, que
      le llegaba hasta las caderas, pero las piernas estaban  descubier-
      tas  y cuando  se  inclinó  sobre  el fregadero  para  cerrar  el grifo
      alcancé  a ver  unas  medias  negras  con  liguero.  Sin embargo,  el
      hecho  de que me  sonriera  al verme  en  lugar de mirarme  como
      si no  me  conociera  me  tranquilizaba.
            —Hay pastelillos  en  el horno  —dijo.
            —¿Por qué lleváis  máscaras  papá y tú?
            —Es  halloween,  ¿no?
            —Hoy no  —contesté—.  Más  bien el jueves que viene.
            —¿Hay  alguna ley que prohíba celebrarlo  antes? —pre-
      guntó.  Después  se  detuvo  junto a la cocina  con  un  guante  de
      horno  en  una  mano  y me  dirigió  otra  mirada—.  De hecho,
      de hecho...
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