Page 161 - La sangre manda
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simplemente cogió el portante y abandonó a los blancos para los que
trabajaban, dejando que se prepararan su propia comida, tiraran su propia
basura y limpiaran la mierda de los traseros de sus propios bebés.
Alton se estableció en Chicago, donde trabajó en una envasadora de carne,
ahorró y abrió un bar dos años antes de la Prohibición. En lugar de cerrar
cuando «aquel hatajo de viejas chochas empezaron a reventar los barriles»
(frase de una carta que Alton escribió a su hermana; Jerome ha encontrado un
tesoro de cartas y documentos guardados), trasladó el local a la zona sur,
donde abrió una taberna clandestina que acabó conociéndose como el Black
Owl.
Cuantas más cosas averiguaba Jerome sobre Alton Robinson —sus tratos
con Alphonse Capone, los tres intentos de asesinato a los que sobrevivió por
poco (el cuarto no acabó tan bien), su probable actividad paralela en el ámbito
del chantaje, su influencia política en la sombra—, más extenso se hacía su
trabajo y más insignificantes le parecían sus obligaciones para otras
asignaturas en comparación. Entregó el trabajo y recibió la máxima nota.
—Lo cual tuvo algo de chiste —dice a Holly cuando inician los últimos
ochenta kilómetros de viaje—. Ese trabajo era solo la punta del iceberg, te lo
aseguro. O como la primera estrofa de una de esas baladas inglesas
interminables. Pero para entonces estaba en el último semestre y tenía que
ponerme al día con las otras asignaturas. Para que mater y pater estuvieran
orgullosos, ya me entiendes.
—Eso fue muy adulto por tu parte —dice la mujer que tiene la sensación
de no haber conseguido nunca que su madre y su difunto padre estuvieran
orgullosos de ella—. Aunque debió de resultarte difícil.
—Fue difícil —confirma Jerome—. Yo estaba en vena, chica. Quería
dejar todo lo demás y seguir los pasos del tatarabuelo Alton. Ese hombre tuvo
una vida fabulosa. Alfileres de corbata con diamantes y perlas, y un abrigo de
visón. Pero hice bien en dejar madurar un poco el proyecto. Cuando
reemprendí la tarea, eso fue en junio, vi que tenía un tema, o podía tenerlo, si
hacía bien las cosas. ¿Has leído El padrino?
—He leído el libro, he visto la película —responde Holly de inmediato—.
Las tres películas. —Se siente obligada a añadir—: La última no es muy
buena.
—¿Recuerdas el epígrafe de la novela?
Ella niega con la cabeza.
—Es una cita de Balzac. «Detrás de toda gran fortuna hay un delito». Ese
fue el tema que vi, pese a que la fortuna se le escurrió entre los dedos mucho
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