Page 68 - La sangre manda
P. 68
—Imagino que no. —Exhalé tal suspiro que tuve la impresión de que
llevaba dos meses conteniendo la respiración—. Si lo plantea así. ¿Cómo se
suicidó?
—No lo pregunté, y no te lo diría aunque Pat Ingersoll me lo hubiese
contado. Tienes que dejar eso atrás, Craig. Ese chico tenía problemas. Su
necesidad de pegarte era solo un síntoma de esos problemas. Tú no tuviste
nada que ver.
—¿Y si siento alivio, por…, ya me entiende, no tener que preocuparme
más por él?
—Diría que eso es ser humano.
—Gracias.
—¿Te sientes mejor?
—Sí.
Y así era.
No mucho antes de que terminase el curso, la señorita Hargensen se plantó
ante nosotros con una amplia sonrisa en la clase de ciencias.
—Chicos, probablemente pensabais que os libraríais de mí dentro de dos
semanas, pero tengo una mala noticia. El señor De Lesseps, el profesor de
biología del instituto, se jubila, y me han contratado para ocupar su puesto.
Podría decirse que asciendo de la secundaria al instituto.
Unos cuantos niños dejaron escapar un gemido teatral, pero casi todos
aplaudimos, y ninguno más fuerte que yo. No iba a dejar atrás a mi amada. En
mi cabeza adolescente, aquello me pareció cosa del destino. Y en cierto modo
lo era.
También yo dejé atrás la escuela de secundaria de Gates Falls y empecé
noveno en el instituto de Gates Falls. Fue allí donde conocí a Mike Ueberroth,
apodado entonces Submarino, tal como se lo sigue llamando en su actual
carrera profesional como segundo cácher de los Orioles de Baltimore.
En Gates, los deportistas y los chicos más estudiosos no se mezclaban
mucho (imagino que eso es así en la mayoría de los institutos, porque los
deportistas tienden a formar clanes), y si no hubiese sido por Arsénico por
compasión, dudo que hubiésemos llegado a entablar amistad. Submarino
estaba en el penúltimo curso, y yo era un simple alumno de primero, con lo
que la posibilidad de ser amigos era incluso más improbable. Pero nos
Página 68