Page 137 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
mundo era lo mismo. La alarma a las seis y cuarto; un minuto para levantarse de la cama y nueve minutos en la ducha, otros cuatro minutos para afeitarse y lavarse los dientes, y siete minutos para vestirse. Un desconocido podría saber qué hora era con tan sólo seguir la sombra de sus movimientos a través de la ventana. Después, bajaba rápidamente las escaleras para servirse un tazón con cereales; revisaba las carteras para ver que sus hijas no se habían olvidado los deberes y preparaba unos bocadillos con mantequilla de cacahuete y mermelada para la hora de comer mientras sus hijas todavía medio adormiladas se tomaban el desayuno.
Exactamente a las siete y cuarto, salía con ellas por la puerta y esperaba en la acera a que llegara el autocar escolar, conducido por un hombre de aspecto zafio que le recordaba a Shrek. Cuando sus hijas se habían acomodado en sus asientos, él les sonreía y les decía adiós con la mano, tal y como se suponía que tenían que hacer los padres. Lisa y Christine tenían seis y ocho años respectivamente, y mientras observaba cómo se encaraban a un nuevo día, a menudo sentía una leve opresión en el pecho. Quizás eso era normal —la gente siempre decía que ser padre significaba estar todo el tiempo preocupado—, pero últimamente sus inquietudes se habían pronunciado aún más. Reflexionaba acerca de cuestiones en las que nunca antes había pensado. Pequeños detalles. Detalles ridículos. ¿Se reía Lisa tanto con los dibujos animados como solía hacer antes? ¿Estaba Christine más deprimida que de costumbre? A veces, mientras el autocar se alejaba, no podía evitar revivir minuciosamente cada minuto de aquella mañana, buscando pistas que denotaran si sus hijas eran felices. La jornada anterior, Travis se había pasado la mitad del día preguntándose si Lisa lo había puesto a prueba al pedirle que le atara los cordones de los zapatos en vez de hacerlo ella, o si simplemente era que estaba cansada. A pesar de que sabía que rozaba el preocupante límite de la obsesión, al entrar sigilosamente en sus habitaciones la noche previa para cubrirlas bien con las mantas, no había podido evitar preguntarse si aquel estado de agitación que las dos mostraban por la noche era nuevo o era algo en lo que antes no había reparado.
No debería ser así. Gabby debería estar con él; Gabby debería ser la que les atara los cordones de los zapatos y las tapara bien con las mantas. Se le daban muy bien esas tareas, tal y como él había estado seguro que sería desde el principio. Recordó que en los días que siguieron a su primer fin de semana juntos, no podía evitar quedarse mirando a Gabby, ensimismado, con la certeza de que aunque se pasara el resto de su vida buscando, no encontraría otra madre mejor ni un complemento más perfecto para él. Esa verdad a menudo lo asaltaba en los lugares más insólitos —mientras empujaba el carrito por la sección de la fruta en el supermercado o mientras estaba haciendo cola en el cine para comprar las entradas para ver una película—, pero siempre que le pasaba, hacía que algo tan simple como estrecharle la mano a Gabby se convirtiera en un placer exquisito, algo tanto momentáneo como gratificante.
Su noviazgo no había estado exento de complicaciones para ella. Gabby era la que se debatía entre dos hombres que suspiraban por su amor.
«Un pequeño inconveniente», era como él lo describía en las fiestas, pero a menudo se preguntaba en qué momento exacto los sentimientos de Gabby por él habían superado a lo que sentía por Kevin. ¿Fue cuando se hallaban sentados, el uno junto al otro, contemplando el cielo nocturno, y, sosegadamente, ella empezó a nombrar las constelaciones que reconocía? ¿O fue al día siguiente, cuando ella lo abrazó mientras iban en moto antes de la comida campestre? ¿O fue más tarde, aquella noche, cuando él la estrechó entre sus brazos?
No estaba seguro; capturar un instante específico de ese modo no resultaba menos complicado que encontrar una gota de agua concreta en el océano. Pero la cuestión era que fue Gabby la que tuvo que explicarle la situación a Kevin. Travis podía recordar la expresión de angustia en su cara
Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 137


































































































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