Page 139 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
Travis no creía que a Gabby le importara. Ella había aceptado el trabajo en el hospital no por la posibilidad de que algún día su nombre apareciera en una placa, sino porque no le había quedado más remedio. A pesar de que Gabby había aludido a ciertos problemas en la clínica pediátrica durante su primer fin de semana juntos, no había sido muy específica. El no había insistido para que se lo contara, pero incluso entonces sabía que el problema simplemente no iba a desaparecer.
Al final, acabó por contárselo. Lo hizo al final de un largo día. La noche previa lo habían avisado desde el centro ecuestre, y cuando se personó se encontró con un caballo árabe sudoroso que pateaba furiosamente contra el suelo, y tras palparle el estómago constató que tenía fuertes dolores de vientre. Los signos clásicos de un cólico equino, aunque con un poco de suerte, no pensaba que tuviera que intervenirlo quirúrgicamente. Sin embargo, dado que los dueños del animal tenían más de setenta años, Travis no se sentía cómodo con la idea de pedirles que sacaran a pasear al caballo durante quince minutos cada hora, por si el caballo se ponía más nervioso o su estado empeoraba. En vez de eso, decidió quedarse él a vigilar el caballo, y a pesar de que el animal gradualmente mejoró a medida que el día daba paso a la tarde, cuando Travis finalmente se marchó del centro ecuestre se sentía exhausto.
Llegó a casa, sudando y lleno de mugre, y encontró a Gabby llorando desconsoladamente en la mesa de la cocina. Tuvieron que pasar unos minutos antes de que ella fuera capaz de referirle lo que había sucedido: se había tenido que quedar hasta tarde con un paciente que estaba esperando una ambulancia por lo que ella creía que era una apendicitis; cuando al final llegó la ambulancia, la mayoría del personal ya se había ido a casa. El médico de guardia, Adrián Melton, no se había marchado. Salieron juntos del edificio, y Gabby no se dio cuenta de que Melton iba andando con ella hacia el aparcamiento hasta que fue demasiado tarde. Allí, él le puso la mano en el hombro y le dijo que si quería, podía acompañarla un tramo más, y que, de camino, la pondría al corriente del estado de uno de sus pacientes. Cuando ella esbozó una sonrisa forzada, él se inclinó para besarla.
Fue un movimiento torpe, que le recordó la época del instituto, y Gabby retrocedió antes de que él pudiera acabar. Melton la miró fijamente, desconcertado: «Pensaba que esto era lo que querías».
En la mesa, Gabby se estremeció.
—Lo dijo de una forma como si la culpa fuera mía.
—¿Había sucedido antes?
—No, no de este modo. Pero...
Cuando ella no continuó, Travis se inclinó hacia delante y le cogió la mano. —Vamos, soy yo. Puedes contármelo.
Ella permaneció con la vista fija en la superficie de la mesa, pero su tono era sosegado cuando le contó el comportamiento habitual de Melton con ella. Cuando terminó, Travis tenía las facciones tan crispadas que apenas podía contener la rabia.
—Yo lo arreglaré —dijo sin esperar respuesta.
Sólo tuvo que realizar dos llamadas telefónicas para averiguar dónde vivía Melton. En cuestión de minutos, las ruedas de su coche chirriaron cuando se detuvo delante de la casa de Melton. Su dedo insistente en el timbre de la puerta consiguió atraer al médico hasta la puerta de la entrada. Melton apenas tuvo tiempo de mostrar su desconcierto antes de que Travis le asestara un
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