Page 55 - En nombre del amor
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CAPÍTULO 07 CAPÍTULO 07
El sábado por la mañana empezó bien. Mientras los primeros rayos de sol se filtraban sesgados a través de las persianas, Gabby buscó sus pantuflas grandes y lanosas de color rosa y arrastró los pies hasta la cocina para servirse una taza de café, con el propósito de disfrutar de una mañana tranquila. Sólo fue un poco más tarde cuando las cosas empezaron a torcerse. Ni siquiera había tomado el primer sorbo de café cuando recordó que tenía que echar un vistazo a Molly, y se puso contenta al ver que la perrita prácticamente ya estaba recuperada del todo. Los cachorros parecían estar en buen estado también, a pesar de que no tenía ni la más remota idea de en qué se suponía que tenía que fijarse. Aparte de permanecer pegados a Molly como unos tentáculos peludos, se tambaleaban, se revolcaban, se caían y gimoteaban, lo cual le pareció una artimaña de la naturaleza para hacerlos lo bastante adorables como para que su madre no se los comiera. Y tampoco era que Gabby se estuviera encariñando de ellos. Tenía que admitir que no eran tan feos como se los había imaginado, pero eso no significaba que fueran tan bonitos como Molly, y Gabby todavía estaba preocupada pensando que quizá no encontraría hogar para todos ellos. Y tenía que hacerlo; de eso no le cabía la menor duda. El fuerte olor en el garaje bastaba para convencerla.
No se trataba simplemente de un desagradable olor soportable; el hedor la había abordado con la fuerza de una película de la Guerra de las Galaxias. Mientras se tapaba la nariz, se acordó levemente de que Travis le había sugerido que montara un espacio cerrado para mantener a los cachorros controlados. ¿Quién se iba a imaginar que unos cachorrillos pudieran hacer tanta caca? Había por doquier. El tufo parecía haber impregnado incluso hasta las paredes, y de nada sirvió abrir la puerta del garaje. Gabby se pasó la siguiente media hora aguantando la respiración y conteniéndose para no vomitar mientras limpiaba el garaje.
Cuando hubo acabado, se quedó con la desagradable sensación de que aquellos monstruitos formaban parte de un maquiavélico plan diseñado para echar a perder su fin de semana. Tenía que ser así. Era la única explicación razonable para entender cómo era posible que a esos cachorros les gustara tanto hacerse caca en la larga grieta que recorría en zigzag el suelo del garaje, y con tanta precisión que se había visto obligada a usar un cepillo de dientes para limpiarla. Qué asco.
Y Travis..., tampoco podía olvidar su intervención, por supuesto. Tan culpable era él como los cachorros. Sí, recordaba que le había mencionado de pasada que debería tenerlos controlados en algún espacio cerrado, pero tampoco le había explicado el porqué. El muy caradura no le había contado lo que sucedería si no le hacía caso.
Pero él sabía lo que iba a suceder. No le cabía la menor duda. Menudo fresco.
Y ahora que lo pensaba bien, cayó en la cuenta de que ésa no había sido la única vez que él le había hecho una jugarreta. No le gustaba la forma en que la había manipulado para que contestara afirmativamente a la pregunta: «¿Quiero salir a navegar con mi vecino que, mira por dónde, es un ligón?». En ese momento decidió que no saldría con él, aunque sólo fuera por el hecho de que Travis se había comportado de un modo tan artero como para obligarla a aceptar la invitación. Todas esas preguntas ridículas insinuando que Kevin la mantenía encerrada bajo llave. ¡Ni que fuera el preciado tesoro de Kevin y no pudiera tomar sus decisiones con absoluta libertad! Y encima se encontraba allí, en el garaje, limpiando un millón de montoncitos de caca...
¡Menuda forma de iniciar el fin de semana! Para acabar de rematarlo, el café se había enfriado, el periódico estaba empapado porque lo había mojado sin querer mientras fregaba el suelo, y se
NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
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