Page 81 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
hacer esa clase de actividades, o si en realidad estaba más relacionado con la forma de entender la vida en una pequeña localidad, o si sólo era una costumbre que ese grupo de amigos había establecido hacía tiempo. Fuera lo que fuese, tenía la impresión de que no le costaría nada acostumbrarse.
—¡La comida está lista! —anunció Laird, alzando la voz.
Gabby se puso la camiseta y avanzó lentamente hacia la mesa, sorprendida al ver que tenía tanta hambre, hasta que recordó que no había tenido tiempo para desayunar. Por encima del hombro, vio a Travis, que intentaba convencer a los pequeños, que se escabullían como un rebaño alrededor del perro ovejero, para que fueran a comer. Al final, los tres emprendieron la carrera hacia la barbacoa, donde los esperaba Megan.
—Poneos en fila sobre la manta —les ordenó, y los pequeñines, obviamente bien educados, hicieron lo que les mandaba.
—Megan tiene poderes mágicos con los niños —comentó Travis por encima del hombro de Gabby. Respiraba con dificultad, jadeando, y tenía las manos apoyadas en las caderas—. Ya me gustaría que me hicieran tanto caso a mí. Pero yo tengo que recurrir a perseguirlos hasta que acabo sin aliento.
—Pues parecía que te lo estabas pasando muy bien con ellos.
—Me encanta jugar con los niños, pero no cuando tengo que reunir la manada. —Se inclinó hacia ella con un aire conspirador—. Entre tú y yo, ¿sabes lo que he aprendido de los padres? Que cuanto más juegas con sus hijos, más te quieren. Cuando ven a alguien que adora a sus hijos (de un modo genuino, o sea, que se nota que realmente disfrutas con ellos), te conviertes en el gatito aliado de la familia.
—¿El gatito aliado?
—Soy veterinario. Me gusta inventarme expresiones con animales. Gabby no pudo contener la sonrisa.
—Probablemente tengas razón con eso de jugar con los niños. Mi pariente favorito era una tía que se encaramaba a los árboles conmigo y con mis hermanas mientras el resto de los adultos se quedaban sentados charlando en la salita.
—Y en cambio... —dijo, señalando hacia Stephanie—. Has preferido quedarte tumbada en la toalla con mi hermana, en vez de aprovechar la oportunidad de demostrarles a estas personas lo irresistibles que encuentras a sus hijos.
—Yo...
—Es broma. —Le guiñó el ojo—. Lo cierto es que me apetecía pasar un rato con ellos. Y sé que dentro de poco empezarán a ponerse pesados. Entonces es cuando caigo rendido en una de las sillas de la playa, me seco el sudor de la frente y dejo que sus padres se ocupen de ellos.
—En otras palabras, cuando la cosa se pone difícil, tú abandonas, ¿eh?
—Creo que..., cuando llegue ese momento, simplemente aceptaré que me eches una mano con ellos. —¡Vaya! ¡Qué considerado!
—Es un placer. Cambiando de tema, ¿tienes hambre? —Me muero de hambre.
Cuando llegaron a la mesa con la comida, los niños ya se hallaban sentados en la manta, cada uno de ellos con un perrito caliente, un poco de ensalada de patata y, de postre, macedonia. Liz, Megan y Allison se habían sentado cerca de ellos para controlarlos, aunque lo bastante alejadas
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