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90   JACQUES  VALLEE
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 —¡Sí...,  un  platillo  volante!  —contestó  uno  de  ellos,  llamado  daron muy sorprendidos,  pero ni  en  el porte  ni  en  la  actitud  de  la
 Beurrois.   extraña  figura hubo  nada  que  les  inspirase  temor  o  sugiriese  ame-
 Y  el  conductor  de  la  excavadora,  Lubanovic,  agregó:  naza,  por  lo  que  se  pusieron  a  buscar  al  «hombrecillo  azul»,  vol-
 —Ante  él  había  un  hombre  vestido  como  un  buzo.  viéndolo  a  ver  en  el  lado  opuesto  de  los  arbustos  junto  a  los  que
 Otros  cuatro  obreros  —Sechet,  Villeneuve,  Rougier  y  Amitant,  le  vieron  por  primera  vez.  Corrieron  hacia  él,  y  el  curioso  per-
 conductor  del  camión—  confirmaron  todos  los  detalles  de  la  ob-  sonaje  volvió  a  desvanecerse,  para  reaparecer  en  el  fondo  de  la
 servación.   vaguada.  Esta  vez  los  niños  oyeron  «voces»  entre  los  arbustos pró-
 Es  preciso  señalar  que  este  incidente  ocurrió  en  una  remota  ximos  y  empezaron  a  asustarse.  Estas  voces  les  recordaron  «una
 región  rural.  A  la  sazón  —fines  de  setiembre—,  la  oleada  fran-  jerigonza  extranjera».  Por  último,  vieron  al  hombrecillo  por  cuar-
 cesa  no  había hecho más  que  comenzar.  Pero  Gatay, que  combatió  ta  vez  antes  de  que  el  silbato  los  llamara  a  la  escuela.
 durante  la  guerra  en  las  filas  de  la  Resistencia  y  fue  herido  en  Su  maestra,  Miss  Newcomb,  observó  que  estaban  muy  excita-
 Luxemburgo,  dijo  que  él  no  era  amigo  de  contar  fantasías.  Des-  dos,  y,  a  pesar  de  que  ellos  le  decían  que  «nunca  querría  creer-
 pués  de  este  incidente,  empezó  a  sufrir  insomnio,  fuertes  jaque-  les»,  los  separó  a  todos  inmediatamente  e  hizo  que  cada  uno  de
 cas  y  pérdida  de  apetito.  Estos  efectos  desaparecieron  al  cabo  de  los  siete  niños  escribiese una  redacción  relatando  lo  que  les  había
 una  semana.  Resulta  irónico  observar  que  los  ocho  hombres  aún  sucedido,  a  su  manera  y  sin  adornos.  Las  redacciones  fueron  pu-
 no  están  convencidos  de  que  los  platillos  volantes  vengan  de  otro  blicadas  después  bajo  el  tíulo  de  El  hombrecillo azul de Studham
 mundo.  Están  seguros  de  que  son  un  arma  secreta  desarrollada  Common,  que,  según  observa  Winder,  constituye  una  obrita  fas-
 por  una  nación  de  la  Tierra...  ¡probablemente  Francia!  cinante  y  sin  duda  «ocupará  un  puesto  de  honor  en  la  biblioteca
 Pasemos  ahora  a  México.  A  principios  de  setiembre  de  1965  de  la  Escuela  Primaria  de  Studham  Village».
 fue  visto  en  Jalapa  un  objeto  inmóvil  en  el  cielo,  provisto  de  La  encuesta  efectuada  por  Winder,  Moulster,  Bowen  y  Creigh-
 hendiduras  luminosas  en  su  circunferencia  y  acompañado  de  un  ton  reveló  que  se  habían  producido  numerosas  observaciones  lo-
 ser  vestido  de  negro  cuyos  ojos  brillaban  como  los  de  un  gato;  cales  —entre  las  que  se  registraron  dos  aterrizajes  en  las  cerca-
 en  una  mano  sostenía  una  varilla  de  metal  reluciente.  El  extraño  nías  de la vaguada— pocos meses antes  de la observación de enero.
 ser  desapareció  repentinamente  mientras  estaba  siendo  observado  Naturalmente,  los  investigadores  tenían  gran  interés  en  escuchar
 en  una  calle  de  Jalapa  por  un  periodista  local,  dos  taxistas  y  un  los  detalles  dados  por  los  propios  niños  sobre  el  aspecto  del  hom-
 torero.   brecillo.  Los  interrogaron  en  presencia  de  su  maestra,  y  Winder
 En  el  caso  de  Carazinho,  sucedido  el  26  de  julio  de  1965,  fue-  hizo  el  siguiente  resumen  de  la  entrevista:
 ron  vistos  cinco  enanos  que  vestían  uniformes  oscuros  y  calza-
 ban  pequeñas  botas.  Según  declararon  los  testigos,  «uno  de  ellos
                                                       llegaba
                                                                un
                                                   no
                            estatura
                     que
                         la
             Estiman
 llevaba  en  la  mano  derecha  un  objeto  muy  luminoso  que  parecía  metro  (en  comparación  con  la del  hombrecillo  la  que habría a  que
                                                 a
                                          propia),
                                     suya
 una  varilla».  añadir  otros  60  cm  representados  por  un  sombrero  o  casco  que
 A las  1,45 horas  de la tarde  del  28  de enero  de  1967,  se produjo   se  podría  describir  como  un  sombrero  hongo  muy  alargado  y
 un súbito relámpago en  Studham  Common, cerca  del Parque  Zooló-  sin  alas,  es  decir,  de  copa  redondeada.  El  color  azul  del  traje
 gico  de  Whipsnade,  un  lugar  solitario  que  se  encuentra  en  los  resultó  ser  en  realidad  un  tenue  resplandor  gris  azulado  que
 montes  Chiltern,  en  Inglaterra.  Llovía  y  la  atmósfera  estaba  muy  hacía  algo  borrosa  las  líneas  y  los  detalles.  No  obstante,  pudie-
 cargada,  informó  R.  H.  B.  Winder,  que  investigó  este  caso  para  la  ron  discernir  una  línea  que  podía  haber  sido  un  flequillo  de  ca-
                    borde
                                              dos
 Flying  Saucer Review .  Siete  niños  se  dirigían  a  la  escuela  en  bello  o  el triángulo, inferior  del  sombrero,  en  el ojos  redondos,  un
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                                     aplanado,
                                                             nariz,
                                                   lugar
                             parecer
          pequeño
                                                        de
                                                           la
                           al
 las  cercanías  del  Dell...  una  vaguada  no  muy  profunda,  que  cons-  y un  traje  de  una  sola  pieza  que  descendía  hasta  un  ancho  cinto
 tituye  un  lugar  ideal  para  jugar  al  escondite.  Alex  Butler,  de  diez  negro  provisto  de  una  caja  negra  en  su  parte  delantera  de  unos
 años  de  edad,  miraba  hacia  el  Sur  por  encima  del  Dell  cuando  cuarenta  centímetros  cuadrados.  Los  brazos  les  parecieron  cor-
 vio  claramente  y  en  lugar  abierto  a  «un  hombrecillo  azul  con  un  tos  y  pendían  muy  rectos  y  apretados  al  cuerpo.  No  distinguie-
 sombrero  muy  alto  y  que  llevaba  barba».  ron  bien  las  piernas  ni  los  pies.
 Llamó  a  su  amigo y  ambos  corrieron  hacia  la  figura.  Se  encon-
 traban  a  unos  veinte  metros  de  ella  cuando  ésta  «desapareció
 entre una nube de humo».  Como es natural, los muchachos  se que-
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