Page 308 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz
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          amor de su vida. Tenía toda la frente hinchada con hematomas seve-
          ros, los pómulos dañados, sus ojos apenas podían contemplarse. El
          médico que practicó la autopsia dijo que Euclides Santacruz fue gol-
          peado durante casi todo el trayecto de la carrera infernal, de esta ma-
          nera el candidato de  Arenal sufrió una conmoción cerebral
          traumática, causada por múltiples golpes en la cabeza. Un disparo
          entre ceja y ceja fue fatal, tenía otra perforación en el ojo izquierdo
          y los demás impactos eran en el cuello y cerca al corazón. Alejandra
          abrazó al cadáver, besó por última vez los labios fríos del amor de
          su vida. Los ojos negros del candidato estaban abiertos como cla-
          mando a Dios por su destino, ya no podía comprender que sus anhe-
          los quedaron truncados esa noche, algó falló en el último instante.

          Alejandra Centurión lloró amargamante su drama, había hecho tantos
          sacrificios ese día que después resultaron inútiles al momento de la
          verdad. La hija de Alain Centurión se preguntó ¿Quién falló? ¿Al-
          guien lo traicionó? Anastasio Santacruz ayudó a Alejandra a levan-
          tarse, se unió a ellos Benvenuti de mala gana.

          Los tres caminaron lentamente hacia la salida del túnel para luego
          marcharse de ese infierno, partían como si se marcharan de un fune-
          ral. En pocos minutos la suerte de muchos había cambiado, la hija
          de Alain Centurión no comprendía el destino que le tocó vivir, des-
          pués de tener en las manos su futuro ahora no tenía nada, absoluta-
          mente nada.

          Ella recuerda que abandonó Nueva York con un solo objetivo: ad-
          vertir a Euclides de la conspiración. Ahora comprende que equi-
          vocó la ruta tras su arribo a la capital cruceña. Piensa ahora que
          debió proteger en todo instante a Euclides, no separarse de él
          nunca, jamás. Recuerda que las personas que rodeaban al candi-
          dato de Arenal no fueron lo suficientemente perspicaces para ad-
          vertir el peligro. Ella, que estaba cansada del viaje, no tenía las
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