Page 334 - SANTACRUZ LIBRO
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La trágica noche de Santacruz
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Viru, volvió a estar ausente Alain Centurión. Después de la ejecución
de Euclides, Alejandra se encerró en su dormitorio, prefirió la soledad
y la compañía de su madre y hermanos, pero de nadie más. Se aburrió
de los noticieros porque no informaban nada nuevo del crimen, daban
vueltas y vueltas con las mismas suposiciones con tesis infundadas. Se
dedicó a repasar los temas sobre arquitectura.
Un día decidió marcharse con la firme intención de no regresar nunca
más, pero luego recapacitó y se dijo a sí misma que sus familiares no
merecían eso. Cuando se marchó y el avión volaba sobre el mar Caribe,
Alejandra comprendió que estaba en una soledad absoluta, lo que que-
daba era la historia de un gran amor entre un hombre y una mujer que
siempre se recordarán, y en el fondo de ese abismo solo quedaban re-
cuerdos y los castillos de arena que ambos soñaron una vez.
Alejandra lloró su tragedia, lloró de pena y dolor, de sentirse sola, aban-
donada. Regresaba a Estados Unidos con las ilusiones rotas, con las es-
peranzas frustradas, ya sin esperanza de volver a encontrar al amor de
su vida. Estaba devastada por el drama que le tocó vivir, sentía miedo
de volver a enamorarse y otra vez fracasar, pensó en conocer “El Paraíso
Escondido” y construir el balneario que una vez soñaron con Euclides
y quedarse a vivir allí para toda la vida. Le confortaba el recuerdo del
día que velaron al candidato de Arenal, cientos de cruceños fueron a
darle el pésame, muchas autoridades hicieron lo mismo, el gran ausente
fue su padre.
Tiempo después, Alejandra regresó a la ciudad donde vivió y murió el
amor de su vida. Se sorprendió y se desilusionó porque la urbe cruceña
le pareció lejana, aturdida, fría, sin hospitalidad ni amparo, ya no le ins-
piraba los sentimientos de otros años.
Vio con nostalgia que la capital del departamento de Santa Cruz no
había cambiado mucho, los sueños de Euclides naufragaron, la ciudad