Page 38 - SANTACRUZ LIBRO
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26                                 La trágica noche de Santacruz


          Nada carajo, voy a luchar por mis ideales además la frase “El hombre
          es el arquitecto de su propio destino” aún retumba en mi mente y voy
          a llegar a la meta como ganador”. Recordó que una noche en el Bajo
          Paraguá “el Napolitano”, le relató una historia de una batalla incierta
          de una acción de valentía y coraje. “Sabíamos que nuestros enemigos
          estaban mejor armados y eran mucho más que nosotros en número
          de combatientes, pero teníamos los cojones bien puestos. En el mo-
          mento decisivo de la batalla te viene el coraje y la firmeza de vencer.
          Entramos en combate, fue cuando defendimos a sangre y fuego nues-
          tras posiciones, hicimos retroceder al enemigo, fue cuando sentí que
          el valor te hierve la sangre y entonces estás dispuesto a todo: a vencer
          o morir. Si vas a gobernar una nación, tienes que tener agallas, coraje
          y valentía para enfrentar los peligros. Nosotros aquella vez vencimos,
          tú también vencerás”.

          El candidato Santacruz se imagina que camina como contando sus
          pasos, sin darse cuenta cruzó las calles Seoane, Buenos Aires, la Flo-
          rida, la Junín y la Ayacucho. Increíble, todos son nombres de calles
          ligados a la historia de la guerra de la independencia donde patriotas
          y realistas se enfrentaron en memorables batallas que hoy las recor-
          damos. Lucharon como valientes y vencieron los patriotas. Miró el
          monumento al guerrillero patriota José Manuel Baca. Se acercó. Lo
          tocó y desde allí vio la cúpula de la iglesia La Merced. “Pero yo –se
          dijo para sí mismo- estoy buscando ayuda de psicólogas, nada de eso
          como hombre voy a enfrentar todo lo que venga”. “Quiero pedirle a
          Dios que me ilumine, yo perdono a mis enemigos”.

          Desde el monumento a Cañoto creyó ver otra vez la cúpula de la igle-
          sia La Merced y allí lo llevaron sus pasos. La calle Ayacucho lucía
          llena de ciudadanos que iban y venían, todos a cumplir una misión
          en esa tarde serena, ahora el candidato de Arenal estaba optimista sin
          lugar a dudas, saludaba amigablemente a todas las personas. Entró a
          la iglesia, se sentó en un banco y recordó un poema que él lo recitaba
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