Page 39 - SANTACRUZ LIBRO
P. 39

La trágica noche de Santacruz                             27



            allá en sus años de estudiante en “El Paraíso Escondido”, lo tenía en
            su memoria el poema “Padre nuestro” del Indio Duarte. La iglesia
            estaba desierta, a esa hora los fieles no acuden a la casa de Dios. Eu-
            clides estaba solo, absolutamente solo. Se arrodilló para repetir el
            poema, como ya dijimos nadie estaba en la iglesia, pero el piano co-
            menzó a tocar un arpegio con manos invisibles. El candidato presi-
            dencial miró a todos los lados y nadie estaba en la inmensa nave,
            todo solitario. Comenzó a rezar repitiendo los versos de “Padre Nues-
            tro” y el piano continuaba repitiendo el mismo arpegio: “A solas re-
            zando me quedé en el templo/ Las luces brillaban con tonos diversos/
            El órgano altivo con voz salmodiante/ Cantaba un arpegio/ Y una
            viejecita pobre/ Sus males llorando clamaba/ Padre Nuestro que estás
            en los cielos/ Allí en los altares, estatuas y sirios/ Parecían juntos
            murmurar un rezo/ Y la divina cruz que tantos milagros/ En todos los
            tiempos ha hecho…

            Al finalizar la segunda estrofa el candidato presidencial se durmió.
            No supo el tiempo que estuvo dormido y despertó escuchando el ar-
            pegio y siguió recitando el poema: “Y le dije a Cristo en la cruz cla-
            vado por su amor intenso/ Le dije piadoso, mientras el armonio
            cantaba de nuevo un arpegio/ Vuelve hacia nosotros tu mirada au-
            gusta /Padre Nuestro que estás en los cielos/ Vuelve a hacerte hom-
            bre/ Ven para guiarnos que necesitamos tu divino ejemplo…
            Otra vez sintió que se dormía y cuando despertó siguió recitando “y
            el órgano triste murmuraba siempre idéntico arpegio/ Y mi pobre
            alma clamaba/ Padre nuestro que estás en los cielos/ Ten piedad de
            los humildes/ Ten piedad de los que sufren/ Ten piedad de los que
            imploran/ Ten piedad de los que lloran/ Padre Nuestro/ Padre Nues-
            tro/ Que estás en los cielos…

            Nunca supo cuánto tiempo estuvo arrodillado ante Dios.

            Despertó y sintió que su alma estaba limpia de toda culpa, se sintió
   34   35   36   37   38   39   40   41   42   43   44