Page 291 - LIBRO SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz 279
punto de tocar el Cielo con las manos.
Euclides comenzó a sudar frío, se sintió abandonado por propios
y extraños, se sintió desprotegido, le quedaban pocos minutos de
vida. No podía creer que moriría en pocos minutos más, sintió
como si ya le hubieran disparado en el estómago, vio la muerte en
un instante, supo lo que siente cuando alguien sabe que va a morir,
pues sus extremidades superiores e inferiores se enfriaron, su
cuerpo tembló en forma extraña, estuvo a punto de desmayarse
porque sintió fuertes mareos y el corazón por un instante pareció
paralizarse. Sudó frío, vio que la avenida se estrechaba, una fatiga
se apoderó de su cuerpo, sintió y vio que viajaba a lugares remotos
y desconocidos por un túnel oscuro y sin salida. Recordó en lo que
él creía que era el último instante de su vida, la tarde cuando su
padre le dijo la frase clave, ellos pescaban en el río Paraguá, “el
hombre es el arquitecto de su propio destino”, recuerda por un ins-
tante que era una tarde serena, como todas las tardes en “El Paraíso
Escondido”.
Después advirtió que su mente se preparaba para un viaje largo, eterno,
estaba otra vez frente a la muerte. La felicidad de recordar su adoles-
cencia en el Bajo Paraguá en un mundo verdadero y feliz, le trajo la es-
peranza de que saldría con vida, que seguiría soñando con Alejandra,
que el tortuoso camino de su vida política tendría un final feliz, se sintió
lúcido, feliz en un momento. “En el semáforo de la avenida Mutualista
me matarán”. “Ahí me matarán”. Piensa, “tengo ese presentimiento, no
lograré abrazar otra vez a Fátima Campos, qué triste es todo, lo triste
es que quieren matarme para cerrarme el paso, todos tenemos dere-
chos”, se dijo a sí mismo.
El capitán Bordenave le da un ultimátum a “el Matador”: “Ahora
bájate y los acribillas, es tu última oportunidad”.
Luego sucedió algo que dejó frío a los curiosos del lugar, el hombre de