Page 232 - Libro Catecumeno
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Sin negar las experiencias humanas, en toda auténtica vocación la
iniciativa siempre es de Dios. Jesús dice:
El término “vocación”, del latín ‘vocatio’, significa “llamado”:
descubrir que el Señor tiene un proyecto, un plan para mi vida.
Saberme llamado a:
«No me han elegido ustedes a mí; sino que yo los he elegido a ustedes, y
los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca” (Jn
15,16).
• Parecerme a Jesús, el Hijo Amado, el modelo. Parecerme a él
desde dentro, “seguirlo” en todos los aspectos de la vida.
• Con una misión determina-
da: aportar en la construcción
de la Iglesia y de la sociedad.
Y esto, en clave de alegría y
amor.
• ¿Cómo descubrir nuestra vo-
cación? – El ‘discernimiento’
El Papa Francisco nos dice al
respecto:
“Se puede descubrir de varios modos y el primer indicador es la alegría del
encuentro con Jesús, en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacer-
docio: cada vocación verdadera inicia con un encuentro con Jesús que nos
dona una alegría y una esperanza nueva; y nos conduce, incluso a través de
pruebas y dificultades, a un encuentro siempre más pleno, crece ese encuen-
tro más grande, ese encuentro con Él”.
Para ayudarnos a descubrirlo, la Iglesia nos invita a ‘discernir’:
distinguir, leer en nuestro interior cuál es el plan del Señor para
nosotros.
Como es una decisión tan importante, se necesitan buenas
ayudas. Juan Bautista lo fue para esos discípulos. También ahora lo
ideal es contar con un/a buen/a acompañante espiritual. “Amigo del
alma” lo llamaba Don Bosco: alguien que te conoce, te escucha y te
puede ayudar a leer dentro de ti, para superar los momentos duros
y sobre todo para orientar tu vida, como respuesta al llamado del
Señor. Búscate un amigo/a así, que te acompañe.
Cada una de las vocaciones nos lleva a Dios. Estas son:
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