Page 55 - Libro Catecumeno
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Debo tomármelo en serio, debo leer en mi interior cuáles
son mis cualidades, mis sueños… cuál es “mi vocación”.
También yo necesito orar, para tener la luz y la fuerza de
Dios.
• Jesús oraba con frecuencia: le gustaba retirarse, de noche, a
conversar con el Padre. Esa vez vivió una experiencia muy fuerte,
intensa, gozosa. Tanto que ‘se transfiguró’: todo su cuerpo em-
pezó a resplandecer, reflejando el misterio de Dios que lo habita.
• En esa oportunidad, en el monte, parece que ‘se corre el velo’ y
se manifiesta el misterio: Jesús es “Hijo de Dios”: la voz de Dios
Padre lo dice claramente: “Éste es mi Hijo muy amado, el Elegido”.
Muchos chicos y chicas
piensan que no tienen
cualidades, que valen
poco. Tarea importante es
descubrir el propio miste-
rio, las riquezas que Dios
ha depositado en nuestro
corazón.
Para lograrlo necesitamos
acercarnos a quienes nos
aman, a nuestros padres y al Señor, que nos ha creado. Si
nos familiarizamos con él en la oración, descubriremos que
también a cada uno nos dice: “Tú eres mi hijo, mi hija. Yo te
amo”.
• Son muy importantes las palabras del Padre, dirigidas a los dis-
cípulos y a nosotros: “Escuchen a Jesús, recíbanlo, crean en él”.
Jesús es el Hijo Amado de Dios, su gran regalo: hay que
recibirlo en el corazón, dejarlo entrar por la fe. Que su luz
ilumine nuestra vida, para parecernos a él.
El Padre ha proclamado que Jesús es su Hijo: ya no hay otro
camino para llegar a Dios. Jesús, que es su Hijo y lo conoce
bien, nos enseña a vivir como Dios quiere.
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