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Reseñas
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Reseñas
Marroquín Lazo, Jimmy. Elogio de la ruina.
Lima: La Travesía Editorial, 2018; 189 pp.
Acostumbrados estamos en nuestro me-
dio literario a la publicación de autores que se
apresuran en dar la novedad de sus primeros
escarceos poéticos y que suelen ser el fruto de la
emoción antes que de la maduración. Al repasar
las páginas de tan prematuras publicaciones, ob-
servamos muchas veces que los versos y la voz
del poeta siguen sendas paralelas y que nunca
logran encontrarse o que la rima intenta disimu-
lar la deficiencia en el manejo de la métrica: ver-
sos cojos y desbocados grafican la mal diseñada
arquitectura del poema.
Si un mérito tiene Elogio de la ruina, de
Jimmy Marroquí Lazo, es el manejo de la versi-
ficación. Aprendido de la poesía tradicional es-
pañola –me refiero obviamente a la del Siglo de
Oro–, los versos de Marroquín parecen escritos sin el mayor esfuerzo: la rima y los
acentos, las pausas y los encabalgamientos se suceden con la naturalidad propia del
que se preocupa no solo por hacerse de la técnica, sino por dominarla a cabalidad.
El poemario de esta manera exhibe el camino de aprendizaje del autor: sus inicios
con un verso clásico para luego adherirse a su forma libre y al verso de largo aliento.
El libro reúne cuatro poemarios: «Dinámica del fuego», «Teoría angélica»,
«Antropología de la espuma» y «Apostillas del ser y el reflejo». Hay un tema trans-
versal en todos ellos: el escepticismo del escritor frente al lenguaje poético: «Dices
luz, / digo sombra, / digo temor / dices jamás, / dices poema / fastuoso yerro, /
cálido embuste, / inminencia de humo en ciernes». El quehacer poético se traduce
así en un ejercicio de fe sobre una realidad incierta. El lenguaje poético está conde-
nado a evaporarse, a hacerse nada, a ser solo vano artificio que emergió un día del
fuego. Tarea difícil y doliente la del escritor, hacer que ese fuego no se transforme 133
en humo sino en lava y luego en perenne piedra.
El camino del escritor es bregar para lograr las líneas que queden y si no me
equivoco, Jimmy Marroquín Lazo ha logrado este propósito con «Monólogo de
Narciso». Poema bello, de verso medido, no en el metro, sí en los acentos y en el
juego asimétrico de las rimas, con dos estrofas de 9 y 14 versos (aunque la segunda
podría dividirse en 7 estrofas de versos pareados); poema de estirpe clásica, no solo
en la versificación, sino también en el registro del estilo, es decir, en su estrategia
argumentativa: «Mas al cabo ya no rige / Ni el olfato, ni cordura, ni el sensato /
Impulso que renueva / La aventura incansable de la duda, / Pues nada detiene el
avance / Impetuoso del espejo / Inundando por completo / El perdido prestigio
de mis ojos…»
«El perdido prestigio de mis ojos»: el autor desconfía de sus sentidos como en
tiempos pasados lo hicieron los poetas barrocos, descree del ejercicio de la escritura
y se doblega a ella, el mundo se le antoja una apariencia que cada día va ganando
«cuerpo» y nos va alejando de lo esencial y acercando a la muerte. La tarea del escri-
tor consiste así en hacer sobrevivir al poema. Muchas páginas serán escritas y des-
embocarán en la ruma de lo ilegible, algunas escogidas por su propio autor y otras