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Especial: Marco Martos Carrera


                                                 Llanto de Marcel Proust




                                               Me consideraba
                                               incapaz de respirar sin ella,
                                               desarmado ante todos los aspectos
                                               de la vida.
                                               Sabía a ciencia cierta
                                               que iba a dejarme para siempre
                                               y que su ausencia
                                               sería un horrible suplicio.
                                               Y no se equivocaba.
                                               Mis días en lo sucesivo
                                               han perdido su único objeto,
                                               su única dulzura,
                                               su único consuelo.
                                               Escribir es como estar muerto.
                                               Ando por el mundo
                                               como un trompo con agujeros
                                               que sigue en el combate
                                               por inercia.
                                               Paz, ternura, miel,
                                               esos antiguos paladeos,
                                               no los conozco.
                                               Sólo el horror en mi sueño,
                                               el acceso de tos,
                                               los barbitúricos
                                               y mis cuencos hundidos
                                               en la lividez de la muerte.
                                               No se me ha perdonado
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                                               ningún dolor:
                                               la he perdido,
                                               la he visto sufrir,
                                               me ha sentido desconsolado,
                                               mi mala salud era la pesadumbre,
                                               la preocupación de su vida.
                                               Sus grandes ojos,
                                               sus labios mudos,
                                               debieron comprender
                                               la prudencia de los padres
                                               que antes de finar
                                               matan a sus pequeñuelos.
                                               Siempre tuve para ella cuatro años.
                                               Y ahora que la envuelve
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