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Te prometí en una tarde Varietale que haríamos de
esta ciudad algo maravilloso juntas y no hay nada que
haya calmado más mis ansias de huir que tu presencia
entre el transporte, la música, la comida y hasta el
confinamiento.
Gracias por darle a esta ciudad caótica y hostil tanto
color y calor con tu sonrisa.
Gracias por cada berrinche, por cada discusión, por
cada momento en que sentí que no podía más, por
enseñarme a cuidarte y a acompañarte, por enseñarme
tanto de mis propias frustraciones.
Gracias por decirme todo lo que necesito saber para
crecer, por asumir también mis malos momentos, y
que, en definitiva, soy un adulto asustado intentando
hacer lo mejor posible las cosas que aprendió al revés,
como amarrarse los zapatos.
Gracias por tu paciencia, y también por tu
impaciencia, por no pretender la perfección en nuestra
relación tan humana, fuerte y vulnerable al mismo
tiempo.
Gracias por ayudarme a quitarme tantas máscaras
oxidadas de encima, como esos deseos absurdos de
