Page 85 - LIBRO DE RELIGIÓN 1° MEDIO
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La Iglesia perseguida






                   Los mártires de hoy
                   Durante su pontificado, Juan Pablo II elevó a los altares a muchos cristianos, “márti-
                   res del siglo XX”,  cuyo ejemplo queda propuesto a la Iglesia y a todo el mundo. El
                   pontífice escribió: “En nuestro tiempo han vuelto los mártires, muchas veces descono-
                   cidos, ‘militantes anónimos’ de la gran causa de la fe”. Esto prueba que el martirio no
                   es solo un problema del pasado, superado históricamente. Y las noticias del mundo lo
                   confirman, cuando salen a la luz.
                   Se ha estimado que dos tercios del total de los mártires, desde que empezó el cristia-
                   nismo, son del último siglo, buena parte de ellos víctimas de ideologías políticas de
                   distinto carácter o de fundamentalismos religiosos.                Iglesia cristiana incendiada en Irán, en 2007.
                   La ausencia de información al respecto se debe al hecho de que muchos gobiernos
                   tienden un velo de silencio u ocultan deliberadamente esta cruenta realidad, que consiste en quitar de en medio la religión. Hoy,
                   en países de Asia y África, son numerosos los cristianos  a quienes se prohíbe ejercer el culto, se les incendian sus templos y
                   establecimientos educacionales y obras y hasta se atenta contra su vida: sacerdotes, misioneros, voluntarios cristianos que nunca
                   hubiesen aspirado al martirio pero que, una vez llegada la ocasión, supieron comportarse consecuentemente con su fe en Cristo.




                   Maximiliano Kolbe (1894-1941)
                   Julio de 1941
                   El campo de concentración y exterminio está repleto de prisioneros que esperan la muerte. Ayer se produjo una
                   nueva evasión: los prisioneros saben que pagarán por el hombre que se fugó. En efecto, después de pasar lista por
                   la mañana, todos rompen filas, menos los prisioneros del bloque 14. Permanecen allí de pie, bajo el sol ardiente.
                   Muchos caen desvanecidos, pero el padre Kolbe, a pesar de estar enfermo, permanece de pie.
                   El oficial prolonga el sufrimiento, examina dientes y lenguas, y, después, elige diez víctimas condenadas al pabe-
                   llón del hambre. Una muerte segura. Ellas pagarán con sus vidas la vida del prisionero evadido.
                   Algunos lloran. Uno de ellos, saliendo de su fila, grita entre lágrimas:
                   —¡No quiero morir! ¡Ya no veré más a mi mujer y a mis hijos!
                   El padre Kolbe queda entristecido al escuchar ese lamento.
                   —¡Giren a la izquierda, hacia el pabellón del hambre!
                                          De pronto, ocurre algo extraordinario: un prisione-
                                          ro se ha presentado voluntariamente.
                                          —¿Quién es usted?
                                          —Maximiliano Kolbe. Deseo ocupar el puesto de
                                          ese prisionero que tiene mujer e hijos.
                                          Se hace un silencio denso. El oficial queda domi-
                                          nado por el acto de generosidad que acaba de
                                          contemplar. Finalmente, ordena con voz ronca:
                                          —¡Sustitúyelo! ¡Ve con ellos!
                                          Los condenados se dirigen al pabellón de la muer-
                                          te. Van con los pies desnudos, sin camisa. El padre Maximiliano es sacerdote. Va a entregar su vida.
                                          Antes de cerrar la puerta del calabozo, los verdugos lo humillan por última vez. Se le ordena des-
                                          nudarse. Maximiliano obedece pensando que Jesús de Nazaret también murió desnudo en la cruz.
                                          Recuerda a todos los compañeros del campo de exterminio que han muerto antes que él.
                                          La presencia de este hombre lo cambia todo. En lugar de gritos desesperados, no se oyen más que
                   oraciones; el pabellón de la ignominia se transforma en un lugar de solidaridad y esperanza, más allá de la muerte.
                   Maximiliano perdona a sus verdugos y reza por ellos.
                   Se dice que en aquel momento se produjo un milagro. El gesto de aquel hombre bueno fue capaz de llenar de esperanza el lugar
                   más terrible y sórdido del mundo: los campos de exterminio nazis.




                       Actividad 10

                         Averigua la historia de Monseñor Óscar Romero, salvadoreño, describiendo las condiciones sociales e históricas que
                         lo convirtieron en un mártir cristiano.


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