Page 147 - LIBRO DE RELIGION 2° MEDIO
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Desde la perspectiva cristiana
Una vocación de eternidad
El cristiano ante la muerte
Al contemplar el cielo, el mar y la cordillera, al ver los
bosques y los hermosos seres vivos que pueblan el pla-
neta, los cristianos y cristianas no pueden dejar de excla-
mar: la vida es un regalo de Dios. Sobre todo, no existe
persona que haya nacido de una casualidad (aunque
así lo parezca a veces), ni que sea fruto únicamente de
un proceso biológico: ha nacido del amor y existe solo
porque el Espíritu Santo la sostiene. En resumen, para el
cristiano, Dios creador es origen y fuente de la vida.
La felicidad total que toda persona sueña y que el cris-
tiano quiere ayudar a instaurar en la sociedad tiene en
su centro el amor. Pero su plenitud no la vivirá sino al
fin de sus días, cuando Dios mismo transforme la realidad e instaure
definitivamente ese nuevo estado de cosas, llamado en la Biblia
“Reino de Dios”. Teniendo ese norte, también la muerte tiene un
sentido para el cristiano, muy lejos del horror y la desesperación
como se suele pensar.
Muerte y resurrección de Jesús
Jesús es siempre la referencia más importante para el cristiano, en
todos los aspectos de su existencia, incluido el misterio preocupante
de la muerte. Para entender mejor la esperanza cristiana es nece-
sario conocer el sentido de la muerte y resurrección de Jesús.
Jesús predicó y practicó el amor universal en una sociedad injusta, y esto
le acarreó algunos enemigos poderosos. Después de la cena pascual, Jesús
oró al Padre, lo apresaron, lo juzgaron y lo condenaron a muerte. Cargó
con la cruz y fue obligado a caminar hacia el Gólgota, donde fue crucifica-
do en medio de dos ladrones. Algunos de los que pasaban, al ver a Jesús
crucificado, se burlaban de Él y lo insultaban. Pero Jesús dio pruebas de
una gran serenidad y entereza.
Muchos se dieron cuenta de que el hombre que había muerto ajusticiado
no era culpable de lo que se le acusaba, y decían: “De veras, este hombre
era inocente… y se alejaban golpeándose el pecho” (Lc. 23,47-48).
Los discípulos de Jesús descolgaron el cuerpo muerto y lo depositaron en
un sepulcro excavado en la roca.
La muerte de Jesús es una muerte por amor, igual que su vida había sido
una vida de amor. Cuando vemos la cruz de Jesús estamos ante un espec-
táculo de horror, pero también y paradójicamente, estamos ante su gran
muestra de amor.
Leemos en la Biblia:
Nuestros pecados Él los llevó en su cuerpo al madero, para que, muer-
tos al pecado, vivamos para la justicia. Sus cicatrices nos curaron.
1 Pe. 2, 24
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