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Desde la perspectiva cristiana
El sentido de la esperanza cristiana
La resurrección de los muertos y la vida eterna son dos verdades
esenciales de la fe cristiana. Jesús insiste en explicar la resurrección
de los muertos y la vida eterna a sus discípulos, y lo confirma con su
propia Resurrección. Este elemento que da sentido a la esperanza
cristiana no se puede ni se debe disociar de la vida en el mundo
actual. Por eso te proponemos también escuchar el grito de la hu-
manidad que pide un mensaje de esperanza y recordar la respuesta
que debemos dar a Dios:
Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual, a pesar
de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se
vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los
hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente
hasta la muerte, una muerte en cruz.
Flp. 2,5-8
Ya has visto que la Resurrección es una confirmación de lo que Cristo hizo y
enseñó. No se puede entender como un añadido o algo ajeno al resto de su
vida; es la prueba definitiva de su autoridad divina según lo prometido.
En cuanto a nosotros, les anunciamos la buena noticia: que la promesa
hecha a los antepasados la ha cumplido Dios a sus descendientes resu-
citando a Jesús, como está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.
Hch. 13, 32-33
Después de la muerte, ¿qué?
La muerte pone fin a la vida de las personas, pero la Tradición de la Igle-
sia enseña que la vida humana no queda totalmente destruida con la
muerte, sino que subsiste un elemento espiritual que se llama alma.
La palabra alma ha de entenderse en el sentido que le da la Escritura
y la Tradición, a saber, como principio espiritual y vital de la persona
humana, fuente de su unidad; y no como una parte del hombre distinta
al cuerpo. El hombre es unidad de cuerpo y alma.
Cuando una persona muere, toda su existencia se pone bajo la luz de
Dios, que ilumina su vida pasada y descubre su propia situación respec-
to a sus obras y a su fe. Es lo que se conoce como juicio particular, dis-
tinto del juicio universal, que se realizará después de la resurrección de los muertos, al final de los tiempos.
Al morir, cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo,
juez de vivos y muertos.
Catecismo Iglesia Católica, nº 1051
Los que han muerto en la amistad de Dios, o, si es necesario después de una etapa de purificación llamada
purgatorio, vivirán para siempre con Dios en comunión con todos los que viven en su amor. Es lo que la Iglesia
denomina cielo. Los que en vida han rechazado a Dios o no han querido vivir según sus preceptos quedarán
apartados de Él. Esta ausencia de Dios se conoce como infierno.
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