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Universos en colisión
Por Josefina Vaca
Un padre lleva de la mano a su hijo al jardín, son las 8 am y caminan por las calles
bonaerenses mientras juegan a decir el color de un auto y su marca. El chico, de no más de
8 años, va arrastrando su mochila de rueditas mientras el papá le lleva la vianda. Le
plantea a su padre por millonésima vez que el no necesita ir al colegio, que no es necesario
levantarse temprano, que puede quedarse en casa y estudiar “con la compu” pero el papá
se niega y con una sonrisa le dice que no, que tiene que ir al colegio, “¿No te gusta jugar
con tus amigos?” le pregunta, y el nene rápidamente le contesta que sí, que tiene razón, le
gusta ver a sus amigos. Cuando llegan a la puerta del primario se despiden con un abrazo.
En la misma puerta, una nena de 6 le pide a la mamá si le puede comprar algo en el
quiosco a lo que la madre le responde que no, que está apurada y con un beso rápido en la
cabeza le empieza a dar pequeños empujones para que entre rápido al colegio y así poder
irse. Cuando logra que la pequeña atraviese la puerta se va sin darse cuenta que la hija se
dió vuelta y le tiró un beso en forma de despedida. Una maestra ve la escena y saluda con
efusividad a la nena buscando darle consuelo y ánimos para el resto del día, como
diciéndole mira, acá tenés amor. La nena le devuelve el abrazo y entra corriendo feliz.
Una abuela que observa la situación se acerca a la maestra y le dice que tiene algo
especial con los chicos y que va a ser buena madre en el futuro. La maestra agradece con
una sonrisa porque no tiene la sangre tan fría para decirle que, en realidad, no puede
quedar embarazada y que lo descubrió después de haber perdido dos embarazos.
A la salida del colegio un auto estaciona, baja un hombre vestido con un elegante traje y
se apoya en la puerta del lado del acompañante, espera mientras usa el celular, pasan los
minutos y una madre con un nene y una nena de la mano le indica que el grado de su hijo
ya salió, pero como la maestra no lo vio no dejo salir al chico, por lo que ahora tiene que ir
a buscarlo a la secretaría. El padre bufando le da un gracias seco, le pasa por al lado
empujándola y entra al colegio; En la secretaria ve a su hijo y exige que lo dejen salir. Una
maestra le informa que antes tiene que firmar un registro con sus datos para dejar
constancia de que lo retiró. Pero el hombre se niega, argumenta que está apurado y que
no tiene que darle constancia a nadie de lo que hace con su hijo, a quién agarra de la mano
y arrastra hasta el auto, donde le ladra un “entrá”. El hijo entra y se anima a decirle ‘hola’
pero el celular del padre acapara toda su atención. Un par de cuadras después registra un
moretón en la mejilla izquierda del hijo y le pregunta, “¿Quién te hizo eso?”, el chico le
cuenta cómo llegó a una pelea con otro compañero por haberle tirado la cartuchera.
Termina de contar la historia y con miedo mira por la ventanilla, sabe que lo va a retar.
“¿Te pegó y te dejaste? Por lo menos decime que le devolviste el golpe”, “No, papá”, “¿Por