Page 27 - Palabras en libertad
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Cada familia es un mundo

             Hace dos años, al final del 2015, decidí con mi hermano y mi mamá ir a

            lo de mi abuela ya que se hacía insostenible estar sin luz con esos días de
            tanto calor.


              Llegamos, toda la casa sucia, con cosas tiradas, paquetes de comida,
            abiertos y  desparramados por la mesa, con cierta similitud a la posición
            de mi tía en el sillón, que sorpresivamente estaba allí con su familia.


              Luego de un rato, ahí estaba yo, escuchando la discusión entre mi
            mamá y ella.

              Era entendible, mi tía estaba embarazada y seguro no se aguantaba ni a

            sí misma. Se quejaba de que estábamos todos (mi hermano, mi primo,
            mi tío y nosotras) en la casa de mi abuela y creyendo que tenía razón,
            decía que ella tenía cierta prioridad de “ocupar” la casa de mi abuela por

            solamente estar embarazada. Pero a su vez, nosotras no teníamos luz.
            ¿Quién tenía razón?

              En mi cabeza pensaba, somos familia ¿no?, por qué no podríamos estar

            todos juntos. Si nadie fue a molestar al otro. Por las dos partes se
            escuchaban razones coherentes.  Trataba de no meterme, aunque puedo
            admitir que la situación me estaba poniendo muy tensa e incómoda. No
            me gustaba ver a mi tía enojada ni mucho menos a mi mamá enojada.


              Supongo que fueron cinco minutos de pelea, cuando mi tía junto a mi
            tío y primo decidieron irse. Pero no sin antes decirle a mi mama, a mi
            hermano y a mí: “Entiendan que no quiero ver a ninguno de ustedes

            tres”.

              Sí, eso dolió muchísimo. En minutos, pasé a sentirme encerrada en
            angustia y enojo. Pero bueno, ya sabía cómo era ella. Aunque puedo

            asegurar que eso no me lo esperaba.

              Allí empezaron los problemas, cuando toda la familia se puso del “lado”

            de mi tía. Pero, ¿qué era lo que habíamos hecho mal? ¿sus palabras hacia
            nosotros se pensaba que no dolían?

              Así fueron dos años, pasaba las fiestas con mis papás y mi hermano. La

            verdad no me molestaba en absoluto, estaba más que feliz. Prefería eso
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