Page 9 - Edicion 843 El Directorio
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de conducir en todo el país. Seis meses después de apresarlas el año pasado, el rey Salmán bin Abdulaziz ter- minó con la prohibición, «para poder decir que lo hizo él», comenta Eltahawy. «Lo más importante es que du- rante años han luchado por algo más grande que la pro- hibición de conducir, contra el sistema de tutelaje que es- tablece que cada mujer debe tener un hombre guardián a su lado (su padre, hermano o marido) para tomar decisio- nes por ella, y ese es el ori- gen del patriarcado en Arabia Saudí, y por eso están en pri- sión», dice. La monarquía saudita está «aterrorizada por el feminismo, las autori- dades también, porque es poderoso. ¿Quién enviaría a alguien a prisión si no fuera porque les tiene miedo?», se pregunta.
Aunque nació en Egipto, cuando tenía 7 años su fami- lia se mudó a Londres, y más tarde, cuando cumplió 15, se trasladó a Arabia Saudí. Aprendió rápidamente que el islam que se practicaba en Egipto poco tenía que ver con el de la península ará- biga. «Fue una experiencia traumática, caí en una pro- funda depresión», y entonces experimentó el feminismo al ver cómo se trataba allí a las mujeres y a las niñas, pero lo descubrió de verdad, según cuenta, cuando entró a la Universidad con 19 años y leyó a periodistas feministas de la región.
El triángulo de la misoginia
«Cuando hablo de revolu- ción, asumo que tiene que ser también feminista, pero muchos hombres me dicen que no es el momento, nos dicen que esperemos, y
nadie es libre en ningún lugar. Yo les digo, ‘¿Cuánto más tendremos que espe- rar?’ Y me responden que es verdad. Nadie es libre porque el dictador que ocupa el pala- cio presidencial, nos oprime a todos, pero hay un dictador en las calles y otro dictador en cada dormitorio», dice re- sumiendo su «triángulo de la misoginia». Si el Estado oprime tanto a hombres como a mujeres, el Estado, las calles y el hogar juntos oprimen a las mujeres, y «esas son las dos revolucio- nes que necesitamos. Hici- mos una revolución contra el dictador, ahora necesitamos una revolución social contra el dictador de las calles, y otra revolución sexual contra el dictador de cada dormito- rio» dice. Sobre esta última, añade que es «la más difícil, porque todos los dictadores vuelven a casa, y todos están en el dormitorio». La revolución sexual que pro- pone, entonces, debe co- menzar en casa, en la mente de cada uno y más tarde en el hogar, «donde más control existe».
Eltahawy es dura contra aquellos que quieren benefi- ciarse de las musulmanas, tanto de un lado contra de otro. Por una parte, según cuenta, están los racistas e islamófobos «que quieren utilizar a las mujeres para que todos los musulmanes parezcan malos». Por otra, «la comunidad musulmana, especialmente los misógi- nos, que quieren silenciar- las». Y, en última instancia, los progresistas, «el ala iz- quierda que quiere demos- trar que no son islamófobos, ni racistas y se convierten en aliados de los más con- servadores de los musulma- nes, contra las mujeres». Y
añade: «Que les den a todos. Que se callen y dejen hablar a las mujeres musulmanas, porque ninguno de ellos lo hacen. Todos quieren utili- zarme».
En el discurso de Mona Elta- hawy ocupa un gran espacio el patriarcado. «Está en todos los países, y es el que se asegura de que en los lu- gares públicos los hombres sean dominantes, y en los lu- gares privados también», co- menta. En el caso de las mujeres musulmanas, al lle- var niqab o hiyab, se las ha- laga, se les dice que son «como un caramelo», por lo que deben cubrirse. En cam- bio, en el hogar, se les dice que están seguras, «cuando es allí donde las mujeres más experimentan la violen- cia y agresiones de su propia familia», añade. Es la razón por la que defiende la nece- saria revolución sexual de las mujeres: «Porque no están seguras ni en las calles ni en los hogares. La contradicción es que te digan que te cu- bras para estarlo, y aunque vistas niqab o hiyab te siguen diciendo que eres sexy. No se trata de cómo vistes», sentencia.
Uno de los debates que más controversia suscita en los
Mundo
países musulmanes (y fuera de ellos) es el del velo. Cons- ciente de la apropiación que se hace del tema con fines políticos, Eltahawy carga, de nuevo, contra todos, para exigir que sean las musulma- nas quienes debatan entre ellas. «Como mujer de as- cendencia musulmana, me opongo a cubrirme el pelo o el rostro en los lugares públi- cos. Pero también sé que hay mucha gente racista, is- lamófoba, xenófoba, que usan el niqab como un arma, para meternos en su agenda», dice. Esta activista, que llevó velo muchos años de su vida según cuenta en su libro, se opone al niqab, «pero no soy aliada de estos grupos que lo usan con fines racistas». Según afirma, en el momento de escribirlo (2007-2008), estaba a favor de prohibirlo en todas partes del mundo, pero ahora de- fiende «que al menos que seas una mujer de ascen- dencia musulmana, debes callarte y escuchar a las mu- jeres musulmanas, porque estamos luchando por ello». Según cuenta, entre ellas hay también un gran debate, y su mayor deseo es que los políticos, los interesados, ca- llen, porque «esta es nuestra lucha».
Edición 843- Del 3 al 09 de Octubre del 2019
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