Page 13 - Edicion 851 El Directorio
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 socialismo con que justificar los crímenes de su intermi- nable serie de experimentos sociales fallidos, cuando menos desde Munster en 1534 y 1535. Para quienes creen que la historia puede ofrecer comprobaciones em- píricas, debería ser ilustra- tivo que todos los esfuerzos
y los diccionarios –o sus re- dactores– reflejan y refuer- zan la mayoritaria aceptación culposa de tan absurda ética. Altruismo es una “buena palabra” y egoísmo una “mala palabra”. ¿Cómo pudiéramos aceptar, si no, que el daño autoinfli- gido en aras de un bien
quien tuvo la perspicacia de entender como el ideal de la igualdad tenía el potencial de transformar la democra- cia en tiranía– a la virtud del egoísmo racional como fun- damento ético objetivista de Rand, no faltaron quienes identificaran de una u otra forma la clave del problema.
Reportaje
carse al ‘bien común’, mien- tras la totalidad de su pobla- ción, con la excepción del pequeño grupo gobernante, se ha debatido por más de dos generaciones en una mi- seria subhumana. ¿Qué hace que las víctimas y, peor aún, los observadores, acep- ten esta y otras atrocidades históricas similares, aferrán- dose al mito del ‘bien común’? La respuesta se en- cuentra en la filosofía, en las teorías filosóficas que tratan sobre la naturaleza de los valores morales».
¿Quién en su sano juicio po- dría negarlo? Pues cual- quiera empeñado en creer que en pos del insubstancial “bien común” deba afirmar – y culposamente no practi- car– una ética del autosacrificio, únicamente porque ese es el mensaje moral en que coinciden la abrumadora mayoría de los artistas, intelectuales, políti- cos y sacerdotes. Este sacri- ficio inútil, culpa insensata o hipocresía moral a nivel indi- vidual, y por consecuencia, social (el totalitarismo, geno- cidio y destrucción material y moral) fue y será el recu- rrente producto de colocar el horizonte moral en tal no- mina, flatu vocis. Y es eso lo que se necesita para elevar la envidia a la categoría de axioma moral –condición sine qua non de la idea misma del socialismo– y en medio del profundo resenti- miento envidioso transfor- mado en el placer de la destrucción por la infantiliza- rían que defiende la intole- rancia como virtud y de la idiotez sabiduría termina ne- cesariamente en adoración por la muerte.
  serios por imponer coheren- temente la ética del al- truismo en el orden social extenso condujesen a totali- tarismos infernales, para ser en poco tiempo derrotados por enemigos externos, o a largo plazo colapsar bajo el peso de su intrínseca invia- bilidad evolutiva. Pero no lo será en la medida que se conceda, activa o tácita- mente, validez de premisa moral universal al autosacri- ficio individual al colectivo.
Lo semántico ni es, ni pu- diera ser moralmente neutro,
ajeno inevitablemente fallido, sea una medida de bondad o rectitud, mientras que la autopreservación, el amor propio y la búsqueda de la felicidad, en la subjetiva ex- presión y desarrollo de las preferencias y talentos per- sonales, vengan a ser medi- das de malignidad o depravación moral?
De la idea de los vicios pri- vados como virtudes públi- cas de Bernard de Mandeville, pasando por la mejor la idea del egoísmo ilustrado de Tocqueville –
En cierto sentido, Rand es la más clara al insistir en que la pretensión de una moral im- practicable terminará en la justificación de cualquier práctica inmoral: «si se co- mienza por aceptar ‘el bien común’ como un axioma y se considera el bien individual como una consecuencia po- sible, aunque no necesaria (no necesaria en cualquier caso en particular), se ter- mina con un absurdo tan es- pantoso como el de la Unión Soviética, un país que de- clara a todas voces dedi-
Edición 851 - Del 28 de noviembre al 4 de diciembre del 2019
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