Page 5 - Palabras
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ventana. En el closet, abierto, la ropa colgada intacta con zapatos ubicados sin orden sobre
el piso y sin usar hace tiempo. Encima de la mesa de noche, polvorientos, varios ansiolíticos,
un sobre de pastillas de paroxetina casi terminado y un frasco de sinogán, a medias.
Sobre la cama se detecta un leve movimiento. Si no fuera por la lenta y casi imperceptible
vibración no sería posible establecer su presencia. Una mano apenas se asoma por un borde
de la cobija.
El silencio se expande y se hace dueño de la estancia enseñoreándose, tan seguro de que ni
siquiera el sonido de un teléfono desconectado y sin batería que ocupa un espacio del suelo
al lado de la cama pueda ser una amenaza. Ahí no hay viento, hay silencio, soledad,
oscuridad. Pero aún hay vida. O al menos eso parece.