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La Esquina

del diálogo

¡Silencio!..., ¡leyendo! La tarea del farero

Pablo, el farero, nos invitó a comer en su casa. Nos contó que el faro había sido Di a tus compañeros si
construido por un grupo de barqueros hacía más de 200 años. Entonces, navega- estás de acuerdo o no y
ban muchas barcas por el río y eran frecuentes los accidentes. Los barque- explica por qué:
ros querían evitarlos, así que cada noche uno de ellos encendía una • Yo nunca tengo que
gran hoguera para guiar a los navegantes. Finalmente, decidieron cons- pedir perdón a mis
truir el faro.
—Ahora ya no pasan tantas barcas —dijo Pablo—, pero yo sigo encen- amigos. No me equi-
diendo el faro. Cuido de todos los que navegan por estas aguas. voco.
—¡Oh! ¿Así que las luces no esconden ningún mensaje problema? • Yo perdono, pero no
—preguntó Felipe. olvido.
—Pues no. Yo solo enciendo una lámpara —respondió Pablo—, los na- • Perdono y no espe-
vegantes reciben un gran mensaje: saben que alguien los guía y los
protege. Pero los antiguos fareros sí seguían un código de luces. ro nada a cambio.
—¡Por favor, Pablo, enséñanos ese código! —le suplicamos.
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