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Juzgar






                        Fue  cuestión  de  pocos  minutos
                      colocarnos el guardapolvo y disponernos
                      a la labor. En aquella edad nos encantaba
                      hacer  cualquier  cosa  que  tuviese  olor  a
                      aventura,  aunque  debo  reconocer  que
                      a más de uno nos movía el deseo de no
                      tener clases. Pero lo que íbamos a hacer
                      era también muy formativo. Provistos de
                      baldes  con  agua,  trapos  viejos  y  mucho
                      detergente,  salimos  a  la  fachada,  que
                      estaba  siendo  vigilada  por  don  Abimel
                      Córdoba, nuestro portero, quien también
                      se  unió  a  la  labor.  Fue  una  faena  más
                      dura que la del basural, pues el muro se                                     Si no eres ca-
                      llenaba de polvo cuando no llovía por varios días y las pintas estaban       paz de corre-
                      desparramadas por todo su contorno. Los varones nos encargamos               gir con amor,
                      sobre todo de limpiar con fuerza la pared con los trapos húmedos y
                      el detergente, mientras las mujeres los enjuagaban con prontitud.             con caridad,
                      Tras dos horas de loable labor, el muro del colegio volvió a quedar          en la verdad
                      impecablemente limpio, y no tuvimos accidentes, a no ser un poco             y con humil-
                      de agua sucia que cayó sobre la espalda de Pedro por estar jugando           dad, cometes
                      con Piero Simón.
                        Entre muchas cosas que debo destacar de mis profesores, es que              una ofensa,
                      estos hechos los conversaban con nosotros en clase, de manera que            una destruc-
                      ya no eran solo anécdotas, sino que se transformaban en verdaderas           ción del cora-
                      experiencias. Así, pues, de regreso al salón, don Rudy Castro inició la     zón de la otra
                      conversación:
                        – Les agradezco y les felicito, niños. Si están cansados, considérenlo    persona. (Papa
                      como un santo cansancio. ¿Qué les ha parecido el trabajo realizado?          Francisco, 12
                        – Muy agotador, profesor. Ni en casa hago lo que he hecho hoy,             de septiembre
                      expresó Mía.                                                                    de 2014)
                        – La Dirección del colegio debería poner seguridad para que no
                      vuelva a suceder, sugirió Pedro.
                        – Me  llamó  la  atención  un  detalle.  El  muro  ayer  estaba  limpio,
                      hoy estaba muy sucio y después de lo que hicimos ha quedado más
                      limpio y reluciente, dijo con ternura Analí.
                        – Exacto. A eso quería llegar, dijo el profesor mientras se sentaba
                      sobre su escritorio. El muro o fachada del colegio puede representar
                      nuestro propio corazón. Después del Bautismo queda limpio por la
                      gracia de Dios, pero conforme vamos creciendo volvemos a pecar y
                      lo ensuciamos. Nuestros pecados son como esas pintas y ese polvo
                      que  quitaba  belleza  al  muro.  Lo  hemos  lavado  y  ahora  está  más
                      limpio todavía. Así ocurre cuando nos dejamos transformar por la
                      gracia de Dios, que perdona y limpia el pecado.
                        – ¿Por qué cometemos pecados, profesor?, preguntó Luciana.

                                                                                continúa

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