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Ampliación
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1. Este texto de Tertuliano trata de algunas acusaciones que la gente hacía a los cristianos. Casi siempre eran
malentendidos sobre alguna celebración cristiana. ¿A qué hecho real, pero muy tergiversado, crees que se
refiere cada una de las falsas acusaciones?
«Los delitos ocultos que nos imputa la fama son: “Que en la nocturna congregación sacrificamos y nos comemos un ni-
ño. Que en la sangre del niño degollado mojamos el pan, y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno. Que
unos perros que están atados a los candeleros los derriban forcejeando para alcanzar el pan que les arrojamos bañado
en sangre del niño. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, alcahuetes de la torpeza, nos mezcla-
mos impíamente con las hermanas o las madres”.
De estos delitos nos pregona reos la voz clamorosa popular, y aunque hace tiempo que la fama los imputa, hasta hoy
no ha tratado el Senado de averiguarlos. Pues si los creéis, ¿cómo no los averiguáis? Y si no los averiguáis, ¿por qué
los creéis? Vuestra disimulación deja nuestra inocencia prescripta; que quien tanto tiempo ha rehusado averiguar, nun-
ca se atrevió a probar. Pero cuán lejos estáis de la averiguación, si instáis en el tormento a los cristianos, no a que di-
gan lo que han sido, sino a que nieguen lo que son.»
Tertuliano, Apología contra los gentiles, VII
2. Este segundo texto de Tertuliano se refiere a otro importante defecto que los paganos atribuían a los cristia-
nos. ¿Qué era eso tan importante para los romanos que los cristianos no podían hacer en modo alguno?
¿Cómo defiende Tertuliano a los cristianos?
«Augusto César, el que dio forma al Imperio, estuvo tan lejos de usurpar la naturaleza de Dios, que no permitió que le
llamasen señor, por ser renombre de un atributo divino. Yo bien llamaré señor al César en la vulgar significación, que
verdaderamente es superior, mientras no me fuercen a igualarlo en el dominio con Dios; mas no le llamaré señor pro-
piamente, en cuanto señor es correlato a siervo, porque respecto del César yo soy libre, y mi Señor, y también el suyo,
es uno, solamente el que me redimió, Dios Omnipotente y Eterno. ¿Y cómo se ha de llamar señor al César que es pa-
dre de la patria? Más amable es el nombre de padre que el de señor; que aquél declara una superioridad piadosa, és-
te una potencia absoluta. Por esto los cabezas de las familias no se llaman señores, sino padres.»
Tertuliano, Apología contra los gentiles, XXXIV
3. Seguramente este relato del historiador Tácito ya te es conocido. ¿Por qué crees que, aun sabiendo que les
esperaba la muerte si se confesaban cristianos, éstos, en su mayoría, se declaraban seguidores de Cristo?
«Así pues, con el fin de extirpar el rumor del incendio [de Roma], Nerón se inventó unos culpables y ejecutó con refina-
dísimos tormentos a los que […] el vulgo llamaba cristianos. […] Así pues, se empezó a detener a los que confesaban
su fe. Su ejecución fue acompañada con escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por
los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, eran quemados al caer el día a modo de antorchas nocturnas. Pa-
ra este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo.»
La Iglesia en los primeros siglos
Tácito, Anales, XV, 44
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