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Sociedad de consumo
           “Debería ser altamente instructiva una constatación desconcertante del más reciente período: junto a las intolerables
           miserias del subdesarrollo, nos encontramos con una especie de hiperdesarrollo, igualmente inaceptable, porque,
           como el primero, es contrario al bien y a la auténtica felicidad. En efecto, este hiperdesarrollo consiste en la excesi-
           va disponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas categorías sociales, hace fácilmente a los hom-
           bres esclavos de la posesión y del goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución
           de las cosas ya poseídas por otras más perfectas aún. Es la llamada civilización del consumo o consumismo, que
           conlleva también desechos o basuras. Se descarta un objeto poseído cuando es superado por otro más perfecto,
           sin tener en cuenta su posible valor permanente para uno mismo o para otro ser humano más pobre.
           Todos somos testigos de los tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo: ante todo, una forma de ma-
           terialismo craso y, al mismo tiempo, una radical insatisfacción: se comprende rápidamente que —si no se está pre-
           venido contra la inundación de mensajes publicitarios y contra la oferta incesante y tentadora de productos—, cuan-
           to más posee, más se desea, mientras que las aspiraciones más profundas quedan insatisfechas, y, quizá, hasta
           sofocadas”.

                                                               San Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, N.o 28



                         Estilo de vida                           La discriminación de la mujer
           “Por ello es preciso esforzarse por implantar estilos  “En muchos países es objeto de estudio, y en ocasio-
            de vida, de acuerdo con los cuales, los elementos  nes de vivas reivindicaciones, una legislación sobre la
            que determinan las opciones del con -sumo, del  mujer que haga cesar esta discriminación efectiva y es-
            ahorro y de la inversión sean la  búsqueda de la  tablezca relaciones de igualdad de derechos y de res-
            verdad, de la belleza y del bien común, así como  peto a su dignidad. No hablamos de una falsa igual-
            la comunión con los demás hombres [...]. Res-  dad que negaría las distinciones establecidas por el
            pecto a esto, no puedo limitarme a recordar el de-  mismo Creador, y que estaría en contradicción con la
            ber de la caridad, es decir, el deber de ayudar con  función específica, tan capital, de la mujer en el cora-
            nuestras cosas superfluas y, en ocasiones, con  zón del hogar y en el seno de la sociedad. La evolución
            nuestras cosas necesarias para dar al pobre lo in-  de los legisladores, por contra, ha de orientarse en el
            dispensable para vivir. Me refiero al hecho de que  sentido de proteger la vocación propia de la mujer y, al
            también la opción de invertir en un lugar y no en  mismo tiempo, reconocer su independencia como per-
            otro, en un sector productivo en lugar de hacerlo  sona y su igualdad de derechos a participar en la vida
            en otro, siempre es una opción moral y cultural”.  económica, social, cultural y política”.

                San Juan Pablo II, Centesimus Annus, N.o 36
                                                                 Beato Pablo VI, Octogésima Adveniens, N.o 14



                          La ecología                      El compromiso de la Iglesia y de los cristianos
           “Asimismo es preocupante, junto con el problema  “La Iglesia está vivamente comprometida en esta cau-
           del consumismo y estrictamente vinculado a él, la  sa (la dignidad y los derechos de las personas) porque
           cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el  la considera su misión, su servicio, como verificación
           deseo de tener y gozar, más que de ser y crecer,  de su fidelidad a Cristo, para poder ser en verdad la
           consume de una forma excesiva y desordenada los  Iglesia de los pobres. No corresponde a la Iglesia ana-
           recursos de la tierra y de la propia vida. En la raíz de  lizar científicamente las posibles consecuencias de es-
           la insensata destrucción del ambiente natural exis-  tos cambios en la convivencia humana. Pero la Iglesia
           te un error antropológico, por desgracia muy di-  considera su deber recordar siempre la dignidad y los
           fundido en nuestros tiempos”.                  derechos de los hombres al trabajo, denunciar las si-
                                                          tuaciones en que se violan estos derechos y contribuir
                                                          a orientar estos cambios con el fin de que se realice un
                San Juan Pablo II, Centesimus Annus, N.o 37  auténtico progreso del hombre y de la sociedad”.




                                                                   San Juan Pablo II, Laborem Exercens, N.o 8

         Para una mayor ampliación sobre el tema, puede ser útil el cuaderno: Textos olvidados de la Doctrina Social
         de la Iglesia. Es el número 70 de la colección Cristianismo y Justicia del Centro de Estudios Lluís Espinal,
         promovido por la Compañía de Jesús.                                                            73
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