Page 78 - Vida de San Agustín_Neat
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largos, despeinados, sus barbas desgreñadas. Acampaban a
la intemperie y sitiaban, por largo tiempo, las ciudades que
querían saquear.
Esta vez, le llegó el turno a Hipona. Ya cuando el imperio
había perdido su fuerza militar, solo quedaban algunos
soldados que ni siquiera podían poner orden a los
ciudadanos. Era más eficaz la palabra del gran obispo que las
armas de aquellos soldados, revestidos de su instinto de
superioridad en una guerra que estaban a punto de perder.
Muchos de ellos fueron tomados como rehenes por los
bárbaros y rescatados por el obispo, hombre de Dios.
Llegó el momento en que Hipona fue asediada. Todo parecía
un caos, el miedo reinaba en las calles, el hambre dominaba
los corazones y el dolor se apoderaba de aquel padre, que
sufría por sus hijos. Los monjes de Agustín luchaban junto a
él, para mantener la esperanza en aquellas gentes,
decepcionadas por las armas de Roma. El gran imperio que
brindaba seguridad, era sustituido por hombres que solo
tenían palabras, historia y víveres para responder a la
invasión bárbara a punto de penetrar los muros de
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